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Características del sistema integrado de gestión y sus estructuras

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En el momento más inesperado las empresas pueden sufrir problemas dentro de su proceso de producción y es en este contexto donde cobran un especial protagonismo los sistemas de gestión integrados, que se presentan como un conjunto de acciones y técnicas que se ponen en marcha de forma inmediata para poder solucionar estos contratiempos que han ido surgiendo. Los problemas a los que estamos haciendo referencia se pueden producir dentro de todas las operaciones que lleva a cabo una compañía y es posible que afecten en mayor medida a cuatro aspectos importantes: la seguridad, la salud de los trabajadores, el medio ambiente y por supuesto la calidad de los productos fabricados.

Por tanto, los sistemas de gestión integrados son una buena alternativa para evitar todos los riesgos que puedan ocasionarse y a la hora de mejorar la productividad de la propia empresa.

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Las principales características de los sistemas de gestión integrados

Los sistemas de gestión integrados tienen unas características específicas que los hacen únicos, teniendo como base todos ellos el compromiso total por parte de la organización para que estos procesos ayuden a garantizar el éxito de la gestión empresarial. Para poner en marcha este tipo de sistemas estos deben ser completamente innovadores y no pueden estancarse, por lo que tendrán que estar en un proceso de mejora continua, así como actualizarse cada cierto tiempo.

No debemos caer en el error de pensar que los sistemas de gestión integrados son soluciones correctivas, puesto que precisamente se crean este tipo de procesos para prevenir problemas o riesgos que puedan ir surgiendo a corto, medio o largo plazo. Aunque tengamos claro dónde ha aparecido el problema siempre debemos tener en cuenta que el proceso de producción de una empresa conlleva un gran número de operaciones. Por tanto, los sistemas de gestión integrados deben abarcar soluciones en todos estos aspectos y no centrarse en uno concreto. Controlar la totalidad del ciclo de vida de un producto es fundamental en estos casos.

Tampoco podemos olvidar comentar que de nada sirve que pongamos en marcha este tipo de sistemas si todas las partes que se encuentran dentro de la organización no están integradas. Todos los trabajadores y todos los procesos que formen parte de una empresa deben introducirse dentro de estos sistemas para que tengan efectividad y se llegue al éxito de una forma rápida y sencilla. Dentro de este contexto también es muy importante la formación por parte de los empleados de una compañía, puesto que es fundamental adquirir los conocimientos necesarios para poder poner en práctica los sistemas de gestión integrados.

¿Cómo se estructuran estos sistemas?

La estructura más clásica que nos podemos encontrar de un sistema de gestión integrado es la que conocemos como en forma de árbol. En este aspecto tenemos que decir que vamos a tener un “tronco” principal que va a ser la base del propio sistema y que de él saldrán tres ramas que representarán los principales aspectos que forman parte de un proceso de este tipo. En concreto van a abarcar las áreas más importantes y que hemos mencionado con anterioridad, es decir la gestión de calidad, la seguridad y salud de los trabajadores y, finalmente, el medio ambiente.

En general, si queremos llevar a cabo un sistema de gestión integrado se deben incluir los siguientes términos: la política de gestión, la planificación de la misma y los propios sistemas. También debemos añadir la formación y cualificación de los trabajadores, la documentación del sistema y la implantación del mismo, el poder evaluar posteriormente el proceso que se ha llevado a cabo y por último si fuera necesario mejorar el propio sistema y comunicar todo lo que se ha realizado.

Aunque la puesta en marcha de un sistema de gestión integrado es una tarea laboriosa, propia de la compañía que quiera llevarlo a cabo, esta también debe tener en cuenta otros aspectos importantes para realizar el proceso. Hablamos, por ejemplo, de la legislación que rige el sector en el que desarrolla su actividad, la normativa impuesta por la propia empresa, los elementos específicos que forman parte de su proceso de producción o incluso los agentes sociales externos que inciden dentro de los procesos de compra o venta de los productos.

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