El cambio imprevisto
En anteriores posts hemos hablado de las bonanzas de los cambios. El cambio voluntario es, además de útil, un placer. Decides que quieres llevarlo a cabo, eliges el momento y te marcas la manera. Te analizas, ves lo que más te conviene y el destino al que quieres llegar. Pero hay cambios que van más allá y que no nos dan tantas opciones. ¿Qué pasa cuando el cambio no es querido, sino que te lo encuentras? Son momentos en los que tu mundo da un giro de ciento ochenta grados y te encuentras perdido. Pero hay solución. En este primer post de junio empezaremos a desvelar las claves.
¿Has visto cangrejos ermitaños, aunque sea en documentales? ¿Te has fijado en la diversidad de materiales que usan los pájaros para sus nidos? ¿Sabes cómo viven los pulpos? ¿Y donde es capaz de crecer el coral? Estas cuatro preguntas aparentemente sin relación, o con la única relación de que se refieren al comportamiento animal, tienen mucho más en común de lo que puedes imaginar: los cuatro organismos son ejemplos de cambios imprevistos solucionados por los protagonistas de la mejor forma posible.
Los cangrejos ermitaños tienen el abdomen más blando que otros crustáceos. La estrategia de meterse dentro de las conchas vacías de otros organismos les ofrece una protección muy conveniente y, aunque tienen que buscar ese caparazón vacío y cambiarlo a medida que crecen, supone un considerable ahorro de recursos propios. Puede ocurrir que en un hábitat determinado sean escasos los caparazones vacíos y que, por el contrario, abunden los residuos humanos, como latas, botellas, botes y todo tipo de recipientes huecos. Pues bien, los cangrejos ermitaños son capaces de usar esos materiales a modo de caparazón en el que protegerse; a fin de cuentas, lo único que necesitan es un material duro en el que puedan entrar y que les permita desplazarse.
El caso de los pájaros es parecido. En la naturaleza un nido está hecho de elementos naturales como: ramas, hojas y barro. Es lógico porque esos son los materiales disponibles. No obstante, se ha observado que algunos pájaros son capaces de usar otros materiales y objetos que encuentran, sobre todo si escasean los que les eran propios. Así, las aves urbanas añaden a los materiales que usan para hacer sus nidos otros de origen antrópico que les pueden servir; basta con que sean ligeros y le den consistencia al nido, por ejemplo, papeles y plásticos.
Volviendo al mar, los pulpos se han encontrado con una situación similar. Suelen hacer una especie de madrigueras a base de piedras y otros objetos sólidos que encuentran. En los últimos años los investigadores se han dado cuenta de que ha aumentado mucho la cantidad de cristales y plásticos que los pulpos acumulan en sus agujeros.
El coral, por su lado, no escapa tampoco a la influencia humana. Dicen los expertos que el 75 % de los arrecifes coralinos sufren cambios a consecuencia de la acción humana. Parece que la mayor parte de los daños se debe al cambio en la temperatura de los océanos, pero también hay un efecto notable de la desaparición de hábitats propicios. Esa desaparición se debe, en gran mediad, a la actividad pesquera, a la navegación y a la explotación del fondo marino. Pero parece que los cnidarios coralinos saben hacer de la necesidad una virtud y son capaces de construir arrecifes sobre sustratos que nada tiene que ver con las rocas que constituyen su base natural, de manera que se encuentran masas espléndidas de esqueletos coralinos sobre pecios e, incluso, sobre los restos de plataformas petroleras en desuso.
Los cuatro ejemplos citados muestran lo mismo: un cambio imprevisto y, en principio, no beneficioso frente al que sus protagonistas sacan ventaja de las nuevas condiciones.
¿Estás preparado para lidiar como cambios imprevistos? Un gran ‘sí’ como respuesta es lo que define a los emprendedores de éxito.