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¿Es realmente inteligente la AI?

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La mayoría de los artículos publicados sobre Inteligencia Artificial (AI) en la prensa generalista e incluso en medios tecnológicos, transmiten la sensación de que es cuestión de pocos años que las máquinas sustituyan a los humanos en la mayoría de nuestras actividades cotidianas. El ser humano cotiza a la baja en la era del posthumanismo. De hecho si pudiésemos elegir entre nacer humano o máquina alguno tendría serias dudas. Recuerda a los años 80’s y 90’s cuando se hablaba de la desaparición del papel ante el advenimiento de la sociedad digital. Y la realidad es que se consume más papel que nunca. Las realidades suelen ser grises; no blancas o negras.


Volviendo a la AI y su supuesta superioridad versus los humanos, todavía resuenan en mí unas palabras de un amigo que tiene una empresa dedicada al desarrollo de una red neuronal para ayudar en el proceso de diagnóstico de un ictus. Mi amigo definió a la AI como perezosa y especialista, cualidades muy humanas por cierto. Perezosa ya que el código funciona de forma parecido al cerebro que prioriza la eficiencia energética (el cerebro consume mucha glucosa al cabo del día) sobre la eficacia. Si queréis ahondar en este tema os recomiendo el libro “Pensar rápido, pensar despacio” del premio Nobel de Economía Daniel Kahneman. Pero nuestro cerebro está por defecto en modo automático y solo cambia al manual para actividades que requieren pensar y por tanto consumo de energía. El proceso de aprendizaje de una red neuronal es similar. Por lo dentro del proceso de aprendizaje, hay que estar constantemente engañándola para que se esfuerce, y no saque conclusiones demasiado rápidas y precipitadas. Lo dicho, todo muy humano.


 


En cuanto al término especialista, mi amigo se refería a la incapacidad de una inteligencia artificial a trascender de su área de especialización. Un buen ejemplo es AlphaGo, el programa informático de inteligencia artificial desarrollado por Google DeepMind para jugar a Go, y del que se realizó el muy recomendable documental con el mismo título. AlphaGo fue capaz de derrotar al campeón del mundo de Go, un juego de mesa milenario y más complejo que el ajedrez tras dos años de entrenamiento. Pero AlphaGo no sería capaz de ganar a un maestro del ajedrez, ni a uno del parchís. Se programó con un objetivo muy concreto y lo consiguió, pero las redes neuronales no tienen la polivalencia y versatilidad de los seres humanos. Sirven para lo que sirven, y en lo que hacen pueden llegar a ser mejores que los humanos, pero poco más.


Los mismos artículos afirman que las máquinas (robots, AI o la forma que tengan en un futuro) se ocuparán de las tareas repetitivas, manuales y de poco valor añadido. Hasta aquí nada nuevo que no esté haciendo ya la tecnología desde la primera Revolución Industrial. ¿Acaso las fábricas son iguales que las de hace 100 años? El aspecto novedoso es que la consideración de valor ha ido aumentando con los años, comoditizando la labor de muchas profesiones como los gestores, agencia de viajes, agentes de la propiedad, etc. Es lógico prever que la tendencia de la sustitución hombre - máquina seguirá su curso afectando a cada vez más profesionales. Y también que se creen nuevas profesiones relacionadas con este avance tecnológico. Ha pasado en la última década y seguirá pasando. Es business as usual.


En este futuro que describen los futurólogos, los humanos nos ocuparemos de las tareas más creativas, las relacionadas con las emociones y los sentimientos. ¿Really George? Hace tiempo que existen algoritmos que pueden recrear el estilo pictórico de grandes maestros como Picasso o Kandisnky.


 


Otros algoritmos que son capaces de crear música en función del contexto. ¿Está lloviendo? ¿Estás en el gym? ¿Quieres relajarte, o escribir best sellers aprendiendo la narrativa de escritores consagrados? Pero ¿son estas actividades creativas? Cuando contemplas un cuadro de Van Gogh no solo visualizas el objeto físico, sino todo el proceso creativo, personal y emocional que hay detrás de la pintura. Su momento vital del artista, el contexto social y personal. Todo un universo que se sintetiza en una pintura. La sonrisa de Lisa Gherardini sigue suscitando debates sobre los motivos que le llevan a esbozar ese gesto. ¿Era feliz en ese momento? ¿Es una mueca de amargura? Unos quieren ver en esa pintura un manifiesto al feminismo, otros niegan que esté sonriendo.


Las experiencias personales no se pueden replicar. Se pueden fabricar sustitutos, intentar reproducir sucedáneos, pero el resultado son burdas copias de momento o procesos vitales y personales que son únicos, singulares e inimitables. Por lo que pienso que los seres humanos seguiremos siendo la especie dominante durante unos cuantos siglos, ya que tenemos algo que las máquinas difícilmente alcanzarán a corto plazo: consciencia del momento y del propósito de nuestros actos.