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Estamos en un mundo volátil

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Estamos en un mundo, como vamos viendo, que es complejo y rápido, que no para ni está quieto. Es lo que conocemos como volátil. Y es que la realidad digital de hoy en día es cambiante, y a más velocidad menos tiempo para fijarnos y adaptarnos a lo que hay. Las cosas cambian tan rápido, que predecir el impacto que tendrán es muy difícil. De hecho, gente muy inteligente no lo ha conseguido con cambios muy bestias. Y te pondré ejemplos:

Western Union dijo en 1876 que el teléfono tenía demasiados cortes para ser considerado un medio de comunicación. En 1899 el registro de patentes de Estados Unidos afirmó que toda cosa que podía ser inventada ya había sido inventada, y dos años más tarde Orville Wright sentenció que el hombre no podría volar antes de cincuenta años, es decir, en 1951. Parecida afirmación se leyó en el New York times en 1936: un cohete jamás saldrá de la atmósfera terrestre.

El campo de la tecnología tampoco se queda atrás, y voces con credibilidad han sido también incapaces de prever la volatilidad: “En el mundo hay mercado para cinco ordenadores”, afirmó Thomas Watson de IBM (1943), o “640kb serán suficientes para todo el mundo”, pensaba Bill Gates, que también se mostraba convencido de poder eliminar el spam en dos años. Era 2004.

Sea como fuere, lo importante es comprender que estamos en un entorno volátil, donde los cambios pasan de forma rápida y a gran escala, además de forma impredecible, extrema y por sorpresa. Cuando una tecnología revoluciona tu negocio o tu vida es cuando no solo te permite hacer las cosas más rápido y baratas, sino que encima lo que hace es que te lo permite hacer distinto. Piensa si nunca has mandado un whatsapp des del baño de tu casa al salón. Seguro que sí, a pesar que podrías o esperar o andar esta distancia (a no ser que vivas en la Zarzuela). No es un tema de que se puedan hacer las cosas de forma distinta, sino que cambia la forma de hacer las cosas. Velocidad, cambio y volatilidad.

En 2008, Research in Motion (RIMM), que conocerás como Blackberry, era uno de los principales jugadores en el creciente sector de teléfonos inteligentes, donde tenía alrededor del 35% del mercado. Además, el precio de las acciones y la capitalización de mercado de RIMM alcanzaron máximos históricos en el verano, alcanzando los 148 dólares por acción y 83 mil millones, respectivamente. Desde ese punto, Research In Motion vivió una serie de errores y cálculos erróneos que vieron desplomar el precio de las acciones de la marca a menos de 30 dólares en menos de tres años, mientras que su capitalización de mercado se redujo a poco menos de 15 mil millones.

La caída en desgracia de la empresa es un ejemplo de no saber ver la volatilidad, y en su caso se debe en gran medida a su fracaso para capitalizar el fenómeno de la pantalla táctil que coparía el mercado de los teléfonos inteligentes. Aunque desde entonces RIMM ha intentado corregir sus errores con las versiones de pantalla táctil de su producto Blackberry, siguió sufriendo por su enfoque tardío a esta popular tendencia en dispositivos. Las empresas corren el riesgo de quedarse atrás si sus inversiones en investigación y desarrollo no se mantienen al día con los muchos cambios en el mercado.

Además, el campo de la tecnología es altamente competitivo, ya que siempre hay nuevas empresas que buscan una porción del pastel. Todo el mundo está buscando desarrollar la “next big thing” cosa que a menudo pone a estas empresas a merced de los caprichos de los consumidores, que pueden ser erráticos y difíciles de predecir.