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Innovar o no innovar, esa es la cuestión.

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El pasado 2 de julio murió Douglas Engelbart. Un nombre desconocido por la mayoría de usuarios de ordenadores pero del que todos han usado uno de sus inventos: el ratón.

Douglas Engelbart no es solo el inventor del ratón, se le considera el creador de la “Madre de todas las Demos” en esta conferencia presentó, además del ratón: la videoconferencia, la teleconferencia, el hipertexto, el procesador de textos, el direccionamiento de objetos, el enlace dinámico, el control de versiones y el editor colaborativo en tiempo real. Muchos de estos conceptos aún tardarían años en ser desarrollados para uso masivo pero esos 90 minutos son uno de los hitos en la historia de la innovación en el sector de las TIC.

Pero esta “gran creatividad” fue objeto, al inicio de su carrera, de un “aviso” en el sentido de que “si la continuaba exponiendo impediría su progreso en la carrera docente” ello provocó que dejará Berkeley y se fuera al Stanford Research Institute.

Esta parte de su biografía da pie a hablar acerca de uno de los principales retos de las empresas que quieren ser innovadoras; y este reto es el de la gestión de los “Creativos”, de los “Innovadores Radicales”, de los “TALENTOS” escritos en mayúsculas.

La consideración de la creatividad en la carrera docente no es exclusivo de esta profesión sino que también puede afectar a aquellos que quieren desarrollar una carrera directiva, tal como se explicó en el interesante artículo “Recognizing creative leadership: Can creative idea expression negatively relate to perceptions of leadership potential?

En este artículo, una de sus conclusiones es: “Las organizaciones pueden mostrar un prejuicio contra la selección de los individuos más creativos como líderes en favor de la selección de líderes que querían preservar el statu quo apoyando soluciones factibles pero relativamente poco originales.

Esta conclusión supone un paradigma que puede afectar a las organizaciones que pretendan que la innovación sea uno de sus objetivos estratégicos; ya que si resulta que el hecho de mostrar en una empresa que uno es una persona creativa implica que las opciones de ascenso sean casi nulas, ello provocará en más de uno el autobloqueo de esa capacidad; y en consecuencia reducirá la posibilidad de que se generen innovaciones que den lugar a una diferenciación radical de la empresa respecto de sus competidores.

En otro artículo (The Bias Against Creativity: Why People Desire but Reject Creative Ideas) se expone un estudio en el que se indican algunas condiciones en las que la creatividad es objeto de rechazo; y se explica que Robert Goddard, considerado uno de los padres de la propulsión de cohetes, fue objeto de burla y escarnio por sus correligionarios por sus ideas que se avanzaban a los tiempos.

Si se quiere cambiar estos paradigma se requiere por parte de los que forman parte de la Dirección de la organización y, especialmente, de su máximo responsable que tengan una personalidad y una categoría como directivo o empresario similar a la que tienen los grandes estadistas en la visión que exponía Ortega y Gasset. Será necesario, por tanto, que entre los valores de la organización esté la creatividad no solo de palabra sino con los hechos.

Lo interesante de esta cuestión es que afecta a todas las empresas incluso aquellas para las que la innovación es esencial para su pervivencia, como Microsoft. Que ha decidido prescindir de los servicios de uno de sus principales talentos en lo que supone otro significativo ejemplo de una “adecuada gestión del talento”.

La forma como una organización admite y permite la presencia dentro de su organigrama de personas que cuestión el statu quo y que hacen preguntas “políticamente incorrectas” es lo que crea la diferencia entre las que son del montón y las que son excepcionales.

La historia de la innovación no es solo una historia de tecnologías, es en gran medida una historia de relaciones humanas que en muchos casos podrían ser haber sido la inspiración para el monólogo de una tragedia de Shakespeare:

Innovar o no innovar, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, mantener en silencio a nuestra inteligencia, o dar novedosa solución al reto a que nos enfrentamos? Crear es idear. Y con estas ideas a trabajar nos pondremos a sembrar en los fértiles campos, para con el esfuerzo y el ingenio de nuestro equipo alcanzar la cima del éxito deseado.