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La actitud determina nuestra altitud

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Llevamos algunos posts hablando de cambios imprevistos, y de la importancia de la actitud para afrontarlos. Hoy me apetece hacer un monográfico sobre la actitud.

Cuando hay un cambio imprevisto lo primero que se debe hacer es tomar el control, aceptar la nueva situación y pensar que se puede salir. Sin pánico, sin miedo y sin dramatismo. La situación es la que es, así que quejarte no te solucionará nada. Por el contrario, te dará mucho más rédito ejercitarte con la actitud, esa arma secreta que tienes a tu disposición para encajar el cambio y afrontarlo.

Mucha gente no es consciente de la importancia de la actitud en su vida. Si tenemos hambre, nos damos cuenta enseguida y, por supuesto, si nos duele algo, pero es menos común darse cuenta de la actitud que tomamos. Eso es un error porque la actitud lo es todo: regula la forma en que percibimos el mundo y la forma en que el mundo nos percibe. Una buena actitud repercute de forma positiva y, por el contrario, una mala actitud puede lastrar la actividad de cualquiera durante bastante tiempo. Cuando se trata de cambios y cómo afrontarlos, la actitud es crucial.

Cuando nos planteamos cómo encarar algo del alcance de lo que nos ocupa hay dos caminos: elegir un diálogo interno de estímulo y motivación, o elegir otro de derrota y compasión; esa disyuntiva la tenemos todos y nos enfrentamos a ella muchas veces. Tenemos días mejores, peores, etapas difíciles, con dolor, angustia, y afrontar todo eso requiere cierta actitud. Una de las situaciones más duras es perder el trabajo. Seguro que si te digo que pienses en alguien que haya pasado por ello recientemente no tardarás en ver la cara de un familiar o de un conocido que se ha encontrado en la situación; incluso, tú mismo. Es duro pasar de levantarse para ir a trabajar a encontrarse sin nada que hacer. ¿Qué opciones se le abren a esta persona? Muchas, sí, pero habrá algunas mejores que otras. Puede quedarse en el sofá lamentándose, pero puede mirar cursos gratuitos, revisar webs con ofertas día tras día, colaborar con alguna asociación… Sí, en ese planteamiento falla una cosa: que ninguna de las salidas propuestas soluciona el problema. Por supuesto que no, ya que ante cambios inesperados no hay una lámpara mágica de la que aparecerá un genio para resolvernos la vida. No existen los genios y aunque existieran, dejar la solución en sus manos no sería buena idea. Lo que sí puedes hacer ante cualquier cambio imprevisto e indeseado es tratar de controlar todas las variables que estén en tus manos para aceptar lo que ha pasado y adoptar la actitud adecuada. Es decir, verte capacitado para sacar lo mejor de las circunstancias que te rodean.

La actitud no solo es importante para emprender la acción, sino que también desempeña un papel determinante en el valor que aportamos. Veamos si se puede medir la actitud. He desarrollado una fórmula que me permite calcular lo que aporta cada persona y que cada cual puede aplicarse a sí mismo. Es esta:

 

Vamos a analizar la fórmula. En primer lugar, tenemos las habilidades innatas. Aquello con lo que hemos venido al mundo y que difícilmente podemos cambiar, pero hay que tenerlas identificadas para sacarles el máximo partido (volvemos a ver la importancia del autoconocimiento). A continuación, tenemos algo que suma, lo cual es una buena noticia: las habilidades adquiridas, es decir, todos los conocimientos y la experiencia que hemos incorporado a lo largo de nuestra vida. Ahora viene un divisor: el tiempo; como está en el denominador, a mayor tiempo menos aportará la suma de habilidades del numerador. Dicho de otra manera, aportar lo mismo, pero en la mitad de tiempo, reduce la aportación. Vivimos en un mundo veloz, y el tiempo es limitado y escaso. Pero atención, aún existe algo que modifica más el resultado que la división o la multiplicación: la potencia. Ponerle un exponente a una fórmula supone disparar su valor. Lo que eleva nuestra fórmula del valor es la actitud, la protagonista de este capítulo.

A la luz de esto, vas descubriendo que puedes recuperar las conclusiones de Darwin comentadas en el apartado «Deja de resistirte» del capítulo 1, para analizarlas desde otro punto de vista. La idea era que las especies que sobreviven no son las más grandes ni las más fuertes, ni siquiera las más inteligentes o las que cambian o mejoran rápido, sino las mejor adaptadas. Así que, el cambio es fundamental, pero siempre que ese cambio vaya encaminado a adaptarse; y para adaptarse hay que tener actitud.