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La innovación es como la caja de Pandora, cuando la abres no vuelves atrás

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La innovación

La innovación requiere rapidez, especialmente hoy en día en que los entornos son cambiantes de forma disruptiva y con afectación global. Sin embargo, establecer en una empresa consolidada un modelo de innovación rápida (y ágil) supone tener que romper con muchas zonas de confort y remover los cimientos de su cultura. 

Ante este escenario muchos directivos optan por promover la innovación manteniendo la organización tal como está para no crear conflictividad. Con lo que la innovación acabara diluyéndose en la ciénaga del día a día. 

Ahora bien, para aquellos directivos que quieran forzar un cambio de visión en su organización existen modelos y marcos de referencia con los que pueden definir el mapa con el que guiaran al resto de la organización hacia un nuevo horizonte. Pero el uso eficiente de esos modelos requiere de un proceso previo de reflexión en el cual la dirección o la gerencia defina como quiere desarrollar su innovación.  

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En este proceso de reflexión una de las preguntas clave es:

¿Qué tipo de innovaciones queremos desarrollar, continuistas o disruptivas? 

La respuesta a esta cuestión no es baladí. Dependiendo de cuál sea las necesidades y consecuencias serán diferentes.

Si optamos por las innovaciones continuistas vamos a establecer un horizonte a corto plazo en el que nuestros modelos de negocio estarán dentro del marco que se defina en el sector y con el riesgo que las decisiones de la competencia nos arrastren hacia nuevos contextos o a nuevos nichos de clientes. Bajo esta perspectiva continuista podemos encontrar en la mayoría de los proyectos de digitalización que en los últimos años se han implementado en muchas empresas. Si bien a menudo por parte de los proveedores de esas soluciones se expone que una solución es disruptiva en demasiadas ocasiones no lo es. Así el hecho de instalar un portal de comercio electrónico en la empresa supone una transformación digital como innovación solo es una innovación incremental de continuidad. Esto porque lo que estamos haciendo es abrir otro canal de venta sin hacer cambios distorsionantes en el resto de la organización. 

Si en cambio optamos por desarrollar innovaciones disruptivas entonces los retos a los que nos enfrentaremos serán diferentes. Unos retos que serán tanto internos como externos. Sobre los retos internos el factor fundamental a considerar es la confianza en el futuro, es decir, que los cambios que se van a producir situaran a la organización en una mejor posición competitiva y que las afectaciones a los empleados van a ser mínimas, y que sobre todo que no peligran sus puestos de trabajo. En el ámbito de los retos externos nos deberemos enfrentar a la incertidumbre que se creará en los clientes debido a que los nuevos productos van a requerir que sus usuarios cambien su forma de comportarse, es decir, se deberán acostumbrar a hacer las cosas de forma diferente. Si bien en los últimos años, especialmente por la pandemia, un gran numero de personas ha debido acostumbrarse a hacer cosas de forma nueva y diferente a nuestros nuevos productos no les será tan fácil que se acostumbren porque en el primer caso el cambio no tenia alternativa viable, mientras que la compra de esos nuevos productos puede tener alternativas no disruptivas. Esto lo podemos ver en cuando aparecen nuevos aplicativos informáticos que proponen nuevas formas de dar respuesta a las necesidades de sus potenciales usuarios. Si ese aplicativo requiere que cambie la forma en como se introducen datos, o se ejecutan las funciones, o se obtienen los resultados; entonces cuanto más disruptivo sea con respecto de lo conocido mayor será el reto. 

Conclusiones

Pero además al reto del cambio en las personas se añade habitualmente la necesidad de hacer cambios significativos en las infraestructuras de soporte a esa nueva solución tanto internas como externas, y en especial en las soluciones complementarias de soporte que suministran terceros y que constituyen la oferta completa de nuestra solución.  

Es en esta visión de contexto global donde se produce el mayor reto para los directivos, sin olvidar que puede ser el campo de batalla perfecto para las luchas políticas que se establecen entre los que desean aumentar su poder y los que quieren mantener el suyo.  

Cuando se quiere establecer en una organización la estrategia de innovación debería existir dentro de la Alta Dirección una figura que representase a la innovación en las reuniones directivas. Una figura que debería tener competencias diferenciales que le permitan navegar entre aguas turbulentas.  

Esta posición debería ser ocupada por personas sin nada que perder, es decir, alguien próximo a la jubilación al que le apasione el tema y pueda poner punto final a su carrera profesional con un proyecto que pueda dejar como legado a las siguientes generaciones. O bien alguien en los inicios de su carrera sin miedo al futuro y que prefiera arriesgarse a tomar decisiones en contextos inciertos y que en caso de que no prosperase el tema lo considerase un proyecto para aprender de sus errores que forme parte de su bagaje profesional. 

¿Innovar o no innovar? es una pregunta shakesperiana a la que solo se atreven a dar respuesta afirmativa los que no tienen miedo de tomar decisiones arriesgadas.