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La nueva ZARA

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La nueva tienda de la cadena en la Quinta Avenida de Nueva York ha cambiado de estilo. La concepción del establecimiento es la de poder ser innovador en el formato, darle un carácter emblemático, atraer a los clientes neoyorquinos y reforzar la imagen de marca. La idea es darle un aire minimalista y tecnológico al ambiente, mediante el predominio del color blanco, con unos ligeros toques de gris, biombos translúcidos que separen los distintos espacios, con toda la ropa colgada en muebles, mesas o paredes.

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No sólo es innovador su aspecto, sino que se define como una tienda ecoeficiente mediante la introducción de medidas medioambientales tales como una reducción del 30% en el consumo energético y de un 70% en el consumo de agua. Para ello, se ha procedido a la instalación de detectores lumínicos mediante los cuales se reduce hasta un 80% del consumo eléctrico cuando hay menos clientes en la tienda, y también la disminución de un 66% en el período en que se llevan a cabo las tareas de limpieza o de carga y descarga. Las escaleras mecánicas también detectan el menor número de usuarios, gastando menos energía cuando no se utilizan. La climatización también es más eficiente, autoregulándose en función del aire que entra del exterior. Por último, las bolsas de papel también están certificadas mediambientalmente.

La idea de este nuevo estilo es dar una mayor visibilidad a las colecciones, con un espacio abierto y visual, en donde la ropa cobre vida, y apetezca hacer un recorrido sobre ella. El efecto de los biombos hace que los espacios se conviertan en mini-tiendas con un estilo propio. Otra innovación es que, por primera vez en una tienda Zara, se permite el pago a través del teléfono móvil, así como el pago mediante tarjeta, pero sin pasar por el lector de la banda magnética, sino por radiofrecuencia. La tienda neoyorquina es un modelo piloto para las próximas tiendas a inaugurar, aunque para llegar hasta aquí se ha ido produciendo una evolución en el concepto de tienda, desde las de Sydney y Melbourne, hasta las de China y Taiwán. Todas estas innovaciones deben llevar a dos objetivos, maximizar las ventas y minimizar los costes. Después de la inversión inicial en tecnología, está claro que la reducción de costes es posible (el ahorro energético e hidráulico). Sólo falta creer que la nueva disposición visual aumente el consumo por parte de los clientes. Lo que está claro es que estas medidas de responsabilidad ambiental favorecen la simpatía de la clientela, que acude a la tienda con un espíritu diferente y, por qué no, con una mayor disposición de compra. ¿Compensará el volumen de ventas la inversión inicial?

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