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La segunda "A": La Actitud

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OPTIMISMO-SALUDAR-NUEVO-DIA.B.MEGF_.DOM_.19-JULIO-2009optimismo1

Analizada la primera ‘A’ de Autoconocimiento en el post anterior, vamos hoy a por una vieja conocida, pues de ella ya hablamos hace algunos posts al descubrir la fórmula del talento: la actitud.  Y sostuve lo que claramente no era un postulado naíf, un optimismo ingenuo.

En mi opinión hay cuatro actitudes que marcan el éxito de cualquier mentalidad emprendedora:

  • Proactividad
  • Ilusión
  • Responsabilidad
  • Optimismo

Hablaremos hoy de la primera, la proactividad, a través de una anécdota personal.

Son personas proactivas aquellas que son conscientes de cuál es su círculo de control y se focalizan en él intentándolo ampliar. Se trata de ir un poco más allá de la zona de confort en la que te sientes seguro. No esperan, dan el primer paso. No reaccionan, actúan. Hay una frase que no soporto: “Ya veremos que pasa”. Un proactivo jamás la pronunciaría. Un proactivo haría que pasara. Y está claro que para ello hay que abonar el terreno. Las cosas no nos caen del cielo ni  nos pasan mientras estamos sentados en el sofá con unos pantalones viejos de nuestro equipo de fútbol y una camiseta imperio.

Eso me recuerda a un verano que estuve por el sur de Italia, en la zona de la Puglia, es la zona de lo que sería el tacón de la bota italiana, ahí hay muchos campos de olivos y pasamos unos días en una casita rural en medio de un campo de olivos, ¿cómo no? El señor de la casa, Massimo, siempre estaba sentado debajo de un olivo mirando hacia arriba. Los primeros días pensé que sencillamente buscaba una sombra donde refugiarse del sol de justicia que hay en el sur de Italia en pleno agosto, pero no era así.

Un día le pregunte:

- "Massimo, ¿Por qué se sienta siempre aquí?"

El hombre me contestó: - "Estoy recogiendo la oliva"

Yo estaba alucinando y por un momento llegué a pensar que en Italia la aceitunas se recogían de otra manera que no fuera dándole palos.

Y le contesté: - "¿Recogiendo la oliva sentado?".

Y el tipo con todo el morro me respondió: - "Sí, yo me siento aquí y espero a que sople el viento y caigan las olivas para recogerlas".

No me lo podía creer y le dije con recochineo: - "¿Y si no sopla el viento?

Y me contestó: -" ¡Porca miseria! Mal año entonces".

recoleccion-olivasMassimo era el ejemplo perfecto de lo que no es la proactividad. Con esta actitud no se puede ni trabajar en el campo, ni en una oficina en la ciudad,  ni se puede vivir. Estuve a punto de coger un palo y empezar a darle golpes hasta hartarme... Al olivo, ¡eh!

Pero y si nos preguntamos que hubiese pasado si en lugar de Massimo el propietario de la casa y los terrenos se llamase Francesco y fuera algo más proactivo -que no sería muy difícil-.

Pues seguramente Francesco tendría todo el campo cubierto con redes para no perder ni una sola oliva, hubiese contratado unos ventiladores gigantes para crear mucho viento en caso que no soplara y se hubiese inventado un juego para que los nietos y los niños de las otras fincas le ayudaran, el juego consistiría en tener que dar palos a los arboles y quien más olivas recogiera en una hora se llevaría un buen premio.

Y como último recurso hubiese ido al "Mercadonna" italiano a comprar unas botellitas de aceite de oliva virgen para ofrecérnoslo a los inquilinos de su casa rural. Hubiese puesto el aceite en una aceitera tradicional y con mi paladar atrofiado no hubiese distinguido nunca el aceite "Hacendatto" del "Mercadonna" italiano del aceite de los olivos de Francesco.

¡Ah! Y seguramente como sabría que soy catalán me habría dejado al lado del pan un par de tomates muy maduros para poder preparar un buen "pa amb tomàquet".

Si Francesco me tratara así no solo volvería a su casa rural sino que cada vez que un amigo quisiera pasar unos días en el sur de Italia le recomendaría la casa de Francesco.