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Los innovadores no tienen miedo al fracaso pero se preparan para superarlo

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Las personas crean valor; y una de las formas de crear valor es la innovación. Pero la innovación no es un camino rápido o fácil. Innovar necesita su tiempo, pero sobre todo requiere tener en cuenta diversos elementos. Aunque tenerlos en cuenta no significa que siempre tengamos éxito en nuestros proyectos lo que casi siempre ocurre es que no tenerlos en cuenta nos da más números en la lotería de los proyectos fracasados.

Así cuando nos planteamos que nuestra empresa desarrolle innovaciones hemos de tener en cuenta: 

  • Escala. Hay que dimensionar que escala podemos asumir. En cualquier proyecto de innovación uno de los objetivos es ganar escala, es decir, hacerlo grande. Esto que es un objetivo que pretende conseguir los mayores ingresos aunque es deseable no siempre es posible, pero a menudo no es adecuado. Un proyecto debería empezar pequeño porque así se puede controlar y sobre todo corregir mejor de sus fallos iniciales. La perfección no existe y en cualquier proyecto siempre habrá fallos o errores. No obstante aunque empecemos en pequeño sí que deberíamos pensar en cuán grande queremos que sea nuestra innovación, es decir, hasta donde nos gustaría llegar. Hemos de ser conscientes de que necesitaremos para llegar a ese ideal de objetivo final, y que si no tenemos recursos suficientes hemos de analizar si podríamos conseguirlos. Pero especialmente hemos de ser conscientes de adonde podríamos llegar con los recursos que disponemos. La escala depende de que os lo que queremos comercializar: no es lo mismo que sea un producto o que servicio, no es lo mismo que este orientado al mercado de consumo que lo esté al mercado industrial.
  • Constancia. La innovación debe basarse en la mejora diaria y en el aprendizaje que nos da esa mejora. Uno de los errores principales es buscar de forma exclusivamente la innovación disruptiva que cambie las reglas de juego del mercado o basada en un producto o servicio revolucionario. Porque mientras tanto no nos dedicaremos a mantener las fuentes de ingresos de nuestra empresa. Hemos de mejorar siempre de forma sistemática los productos o servicios que ofrecemos. Con estas mejoras aprendemos sobre nuestros productos pero sobre todo aprendemos que es lo que nuestros clientes quieren o necesitan. Estas innovaciones “incrementales” que son denostadas por algunos académicos y gurús porque consideran que no son innovación son las que hacen que las empresas continúen vivas pero especialmente refuerzan la marca en la mente de los clientes (y también de los futuros clientes).
  • Vigilancia. Hay que vislumbrar las tendencias que se generan en la lejanía, detectar los indicios que está llegando una gran ola que borrará el castillo que hemos construido en la playa. Si identificamos lo que está llegando podemos encontrar nuevas formas con las que consigamos reposicionar nuestra empresa para que pueda competir. Pero también para poner barreras a lo que está llegando.
  • Novedad. Las nuevas ideas siempre son deseables per para desarrollarlas deberíamos experimentar con prudencia, para ello existe el prototipado o el concepto de moda conocido como Mínimo Producto Viable Mínimo. Pero es crítico seguir el consejo de “no poner todos los huevos en la misma cesta”, es decir, basar nuestra empresa solo en el éxito de una innovación es una muy arriesgada apuesta a un solo número.
  • Clientes. Los clientes son quienes generan los ingresos de la empresa y por ello es muy importante cuidarlos y satisfacerlos. Pero no siempre debemos, ni podemos hacer lo que nos piden porque los costes de hacerlo pueden superar los beneficios que nos generan. Y sobre todo no hemos de tener miedo de perder a un cliente que solo nos da problemas y nos genera pérdidas. No siempre nuestros clientes actuales aceptarán nuestras innovaciones cuando suponen un gran cambio respecto a lo que les estábamos ofreciendo si no los hemos ido preparando para el cambio. La gestión del cambio en la innovación es tanto interna como externa a la empresa.
  • Fracaso. En cualquier actividad humana siempre hay fracasos, pero especialmente en el desarrollo de la innovación. No asumirlo y pretender que cualquier proyecto será un éxito es engañarnos a nosotros mismos, pero el mayor peligro es que si se pretende que todo proyecto de innovación sea un éxito el mensaje que se da al equipo de desarrollo es que debe tomar pocos riesgos. Con lo que nunca conseguiremos que se desarrollen innovaciones que nos destaquen de la competencia. Lo que harán es incorporar “innovaciones” que ya funcionan.
  • Formación. Hay que invertir en las personas y en los equipos de innovación. La formación debe ser una inversión y no un gasto, por ello debemos de decidir en qué y para que vamos a formar a nuestros empleados. En muchas empresas se hacen cursos de formación “para cubrir el expediente” pero luego esa formación no se sabe si se ha aprendido o si se aplica. Uno de las preguntas en este aspecto es cómo medir lo que se ha aprendido. En mi opinión una opción es que los que han participado en el curso expliquen a sus compañeros que han aprendido y como pueden utilizarlo en su día a día. Otra opción es la formación durante el proyecto, es decir, que el formador sea un colaborador del proyecto y ayude explicando cómo aplicar en el proyecto lo que se pretende que aprendan, y ayudar a los miembros del equipo a implementarlo.

Estos son algunos elementos que considero necesario tener en cuenta cuando se quiere innovar.

Y tú: ¿Los tienes en cuenta? ¿Tienes en cuenta otros?