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Los tres ingredientes para el cambio

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Si tengo que enumerar las tres claves de todo, el resumen sería que todo cambio se sustenta en tres conceptos, tres ingredientes que debes tratar de poner en lo que cocines cada día para conseguir ese  plato que es el objetivo que te has marcado a seis meses vista. De nada te servirá buscar el cambio si no te ves capacitado para trabajar duro y alcanzarlo. Echa la vista atrás e intenta recordar las palabras mágicas: autoconocimiento, acción y actitud, las tres aes.


 


Autoconocimiento para el cambio interno


Como hemos visto el autoconocimiento es algo crucial para poder cambiar internamente. Puedes estar convencido de que quieres cambiar, pero si no sabes qué necesitas cambiar, no llegarás a ningún sitio. Conocerte es una arma que siempre debes tener a punto para atacar los problemas que te encuentres y detectar las mejores soluciones.


Debes dedicar tiempo a conocerte para ser más fuerte. Una de las herramientas que más te ayudarán es el DAFO Personal®, que te permitirá alcanzar cada uno de los ámbitos de tu vida. Los resultados que obtengas serán una perfecta radiografía de ti mismo que te permitirá sacar conclusiones y actuar. No olvides que será duro y no siempre agradable, pero ya se sabe que las cosas buenas hacen llorar. Además, para poder conocerte y aplicar un cambio interno debes saber romper con la idea de que todo está predefinido. No es así. No hay cartas marcadas en la vida y si las hay, es porque tú decides que lo estén. Pensar en limitaciones preestablecidas nos limita demasiadas veces e impide que alcancemos lo que buscamos.


Cuando hayas llegado a conclusiones mediante el DAFO personal®, busca tu propia definición de éxito y lanzarte a por ella. Cuando te conoces a ti mismo todo es más fácil y podrás saber con precisión qué debes hacer para alcanzarlo.


 


Acción para el cambio externo


Una de las ideas que ha ido resonando en todo el libro es que si quieres cambiar hacia fuera es imprescindible que busques cambios disruptivos, que te lleven fuera de lo establecido; eso solo lo consigues con una cosa: la acción. A lo largo de la historia quien ha cambiado la forma de hacer las cosas han sido personas que se han arriesgado, que superado el miedo al fracaso y que se han lanzado. Tú no puedes ser menos que ellos.


No es necesario que hagas cambios que marquen el devenir de la humanidad, pero sí que hagas lo necesario para aplicar el modelo de los que de verdad hacen algo a tu vida a fin de sea mejor de lo que es y se ponga en camino hacia aquello que quieres que sea dentro de seis meses.


La acción va de la mano de dos actitudes que debes adoptar. Algunos solo pueden asumir una, otros la otra y los más afortunados, las dos. Se trata de los exploradores y los ejecutantes. Obtendrás los mejores resultados si tienes algo de ambos tipos.


Adoptar el papel de ejecutante implica hacer lo que se te pide y hacerlo bien. Un buen ejecutante (doer) no tiene visión a largo plazo, pero su forma de trabajar la suple ya que sigue todos los pasos que se le marcan. Por su parte, un explorador siempre va un paso por delante allá y hace avanzar la acción, ya que vislumbra qué pasará y se anticipa.


 


Actitud para los cambios imprevistos


Pero ya sabes que no todos los cambios son voluntarios. Más importante que tener la voluntad de cambiar es saber adaptarse a lo que pasa sin dejar que te afecte demasiado y sin que el miedo se apodere de ti. Y para poderlo hacer es imprescindible la actitud. Es absurdo no querer atacar los cambios imprevistos. No se puede evitar que ocurran y relativizarlos es el mejor camino para hacerlos más llevaderos.


La actitud puede verse condicionada por muchos factores; uno de los más importantes son las emociones. Está demostrado que el estado de ánimo afecta de forma directa la manera que tenemos de enfrentamos a las cosas; por eso tienes que esforzarse porque sentir la máxima positividad posible, lo cual se consigue mediante la automotivación. Saber motivarte sin importar lo desalentadora que sea la situación será el alimento que hará crecer tu actitud. No olvides que para motivarte hay que trabajar en cuatro ámbitos:


-Autoeficacia. Se consciente de las capacidades que tienes y confiar en ellas.


-Actitud positiva. Necesitas dibujar un futuro en color, lejos de los miedos que te han limitado durante años.


-Objetivos. Tienes que saber adónde te diriges y es mejor si ese lugar al que vas es claro, supone un reto, te hace comprometerte y te devuelven una retroalimentación constante que te permite saber si vas por el buen camino. ¡Ah! y no dejes que los objetivos sean simples porque perderás el interés y alcanzarlos no te dará ninguna satisfacción.


-Entorno motivante. Vive y trabaja en un ambiente que te ayude a moverte y no dejes que se convierta en un lastre. No cejes en el empeño de encontrar un entorno que trabaje a tu favor.