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¿Quién manda aquí?

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mente

 

Podemos hablar de objetivos, de actitud, de aptitud y de un sinfín de valores necesarios con los que idealmente debes contar para lograr tus metas en la vida, sin embargo, el ordenador central del ser humano es el cerebro. Es en él donde se generan todos los procesos que te permitirán materializar tus deseos pues el optimismo, la perseverancia, la claridad, la tenacidad, el método, etc., nacen originalmente de tus pensamientos. Dicho en otras palabras, el cerebro es el que manda así que de la manera en que la física y la química funcionen en su interior dependerá cómo construyas tu vida (no olvides que el pensamiento es el antecedente de la acción según vimos aquí). De esta manera, en los humanos este complejo órgano cuyo peso corresponde tan sólo al 2% de nuestro cuerpo, consume el 20% de su energía en funciones introspectivas, es decir, en pensamientos. La lectura de este planteamiento es simple, si el cerebro es tan importante para nuestra vida primero, no está de más conocer un poco más de él y segundo, es vital aprender a gestionar nuestros pensamientos.

 

 

Esta gestión tiene una doble vertiente pues implica tanto la capacidad de aprendizaje como la de desaprendizaje, algo fundamental para cambiar tu vida. Para que empiecen a surgir ideas nuevas primero debes poder asumir ciertas enseñanzas y, por lo tanto, desaprender lo aprendido. Es una cuestión tan sencilla como que para llenar un vaso antes debe estar vacío. El problema es que por simple que parezca esta afirmación, desaprender es un proceso para el cual presentamos fuerte resistencia y cierta dificultad. Así lo demuestra un experimento realizado con monos y que consistía en colocar dentro de la jaula un apetitoso racimo de plátanos que cuando los ingenuos primates iban a capturar hacía activar un sistema de lluvia. A base de desagradables tormentas inesperadas el grupo de simios aprendió la consecuencia de lo que suponía hacerse con los plátanos y desistieron en el intento. El experimento continuó introduciendo a un nuevo mono en el grupo que no tenía aprendido este estímulo. Una vez que este último integrante vio el racimo de plátanos fue instintivamente a buscarlo pero el resto de los monos le impidió hacerlo impulsados por el miedo a la pequeña tormenta. A partir de entonces, los investigadores iban extrayendo progresivamente a los monos que habían vivido la experiencia de la lluvia y sustituyéndolos por nuevos. De esta manera,  llegó un momento en el que el grupo entero de primates estaba constituido únicamente por integrantes que no habían experimentado las consecuencias de hacerse con el racimo de plátanos pero que habían aprendido que no debían acercarse a ellos. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que uno de ellos se atreviera a desaprender lo aprendido y a coger los ansiados plátanos? La investigación no llegó a este punto innecesario, al fin y al cabo,  para observar la dificultad que experimentamos en el proceso de desaprendizaje.

 

 

Por otra parte, resulta interesante el concepto de parto precoz que experimentamos los humanos con respecto al resto de los animales. Y es que nacemos antes de tiempo, cuando nuestro cerebro aún no está del todo acabado. Esto es debido a que a lo largo de la evolución este órgano ha ido ampliando su tamaño. Es decir, cada vez tenemos un cerebro mayor y, en contraposición, nuestras caderas se han estrechado por el hecho de pasar de caminar de cuatro patas a la bipedación. El resultado es que nacemos con el cerebro inacabado aún ya que si esperáramos a que se desarrollara del todo su tamaño impediría la salida por el conducto normal materno.

 

 

Por ello he decidio dedicar algunos post a entender un poco más cómo es este ordenador central. Conocerlo será el primer paso para sacar de él el máximo potencial