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Rompiendo mitos

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El verano toca a su fin. Sólo nos quedan unos días de vacaciones, sin trabajar, y no ha llegado. Pensábamos que al estar en la playa o quizás en la montaña, lejos desde luego de nuestro día a día, en un entorno privilegiado, llegaría. Creíamos que en este paréntesis, como por arte de magia, caída del cielo, nos llegaría LA idea. Pero no es así. La innovación no es aleatoria sino fruto de un proceso. Y queda roto el que seguramente es el mayor mito sobre la innovación. Ha habido y habrá innovación fruto de la casualidad, de lo que se conoce como serendipity. Pero en la mayoría de casos, tanto en grandes empresas como en pequeños emprendedores, las ideas vienen de procesos de ideación, de metodologías de generación de modelos de negocio, de ensayos, de observación crítica de modelos actuales, de escucha activa de clientes.  Miremos a la que seguramente es una de las compañías del mundo con mayor grado de innovación: Google. Ilustra perfectamente esta tesis. Por un lado, su modelo de negocio ha cambiado completamente desde sus inicios. Inicialmente era ‘sólo’ un buscador, sin ningún tipo de publicidad. Era un excelente motor de búsqueda (fruto de días, semanas y probablemente meses de trabajo) y esto era lo que vendían a terceros. Al generar tráfico empezaron a ver que su modelo de negocio podía evolucionar sacando partido sus visitas, y evolucionaron el modelo hasta un sofisticado modelo de mercado bilateral, donde dan a un lado funcionalidad gratis (los usuarios de búsquedas, gmail, maps, etc) para monetizar la información gestionada en el otro lado, el de las empresas a las que ofrecen publicidad. Por otro lado, Google obliga a sus empleados a usar el 20% de su horario laboral en proyectos de investigación. ¿Hace falta dejar más claro que para ellos la innovación es un proceso más, cómo lo es la logística o el marketing?

El otro gran mito que me gustaría romper, es el mito de que el emprendedor nace, no se hace.  Es decir que en nuestro ADN, ya llevamos escrito si podemos innovar, si podemos atender a segmentos de clientes insatisfechos, si podemos generar valor y convertirlo en flujos de caja. Sin ser experto en genética, me atrecho a desmentir este extremo. Y podemos encontrar numerosos estudios que han cuantificado esta postura, midiendo el peso de el componente innato. Mi lectura preferida sobre este tema (http://www.amazon.es/The-Innovators-DNA-Mastering-Disruptive/dp/1455892319) sostiene que sólo un 30% responde a habilidades innatas. El resto se puede aprender. Ya en su momento lo adelantó Edison, cuando hizo sus cálculos al decir que el genio era un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración. Efectivamente, debemos trabajar para que nazca la idea, con una actitud de cuestionamiento permanente, asociando ideas y conceptos, observando y sobre todo, probando sin miedo hasta dar en lo que funciona.

Para la mayoría espero que todo esto sea una buena noticia, pues todos podemos emprender innovando. Desafortunadamente, siempre habrá unos cuantos que esto les supondrá una mala noticia, pues les hace responsables a ellos de su destino. Ya no hay lugar para excusas, para culpar a la falta de serendipia ni a nuestros padres por donarnos de unos genes con poca carga innovadora.

Si están leyendo este blog, estoy seguro de que forman parte del primer grupo.