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Vacaciones: tiempo de felicidad

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Felicidad

 

Miércoles 12 de Agosto, tardo 13 minutos para llegar a mi despacho. ¿Qué sucede? Normalmente tardo 30. Sucede que la mayoría de la genta ha abandonado la cuidad. ¿Y dónde ha ido? A buscar la felicidad. Me gustaría reflexionar hoy sobre cómo conseguir estar muy cerca de esta felicidad durante este break veraniego.

 

 

La felicidad, en sí, no deja de ser una consecuencia del éxito desde el momento en que el logro de un objetivo (éxito) nos conduce a una emoción positiva o placentera (felicidad). Teniendo la teoría nos podemos preguntar: ¿sabemos ser felices? Las estadísticas parece decir que no, y es que los países desarrollados presentan cuotas de depresión diez veces más altas que en 1960. ¿Cómo puede ser que se triplique el crecimiento económico y la tasa de felicidad decrezca un 40%? Los números ponen al descubierto una frase que ya conocemos pero que toma importancia: el dinero no compra la felicidad. Y aquí, el saber ser felices se relaciona directamente con el saber desconectar.

 

 

El primer paso es saber apreciar las pequeñas cosas de la vida. Ya Aristóteles dijo que “somos lo que hacemos cada día”, de modo que la excelencia no es un acto sino un hábito. Los enfermos terminales, por increíble que resulte, han declarado en estudios que se les ha realizado que por primera vez se sienten vivos: viendo la proximidad de la muerte comienzan a apreciar cosas simples como respirar, dar un paseo, el afecto de los familiares… Así que lo que se debe hacer es saber detectar y acercarnos a la felicidad.

 

 

El psicólogo Richard Stevens hizo un experimento llamado “Haciendo feliz a Slough” en el que detecta diez medidas para aumentar la felicidad. Después de trabajar durante tres meses con 50 personas de la localidad de Slough, en el Reino Unido, detectó los hábitos simples y satisfactorios que llevan a la felicidad.

 

 

  1. Cuidar una planta o un animal.
  2. Recordar cada día cinco cosas positivas de la vida.
  3. Salir a caminar.
  4. Hablar durante más tiempo con los seres queridos.
  5. Llamar a un amigo que no se ha visto por mucho tiempo.
  6. Reírse.
  7. Realizar ejercicios por lo menos media hora al día, tres veces por semana.
  8. Sonreír a personas desconocidas.
  9. Reducir a la mitad el tiempo que se dedica a ver la televisión.
  10. Realizar tareas en beneficio de la comunidad.

 

Si analizamos los puntos veremos que ninguno de ellos se refiere directamente al trabajo, y que todos se pueden aplicar durante los días de vacaciones. En el experimento, las personas que los aplicaron notaron que habían incrementado sus niveles de felicidad. Entonces, ¿quizás sería interesante centrarnos en la felicidad para aprovechar la desconexión?

 

Los hábitos simples, alejados del trabajo, son una buena herramienta para desconectar, y coinciden, además, con los ingredientes de la felicidad. Edward Diener, psicólogo y profesor estadounidense conocido como “doctor felicidad”, afirma que hay tres ingredientes que acercan a la felicidad:

 

  1. Relaciones, tanto familiares como amistosas. Cuanto más amplio sea el círculo de amistades mejores beneficios trae a organismo.
  2. Tener significado de la vida, con unos valores que se alejen del cortoplacismo. Pensar a largo plazo da fuerzas para seguir.
  3. Tener objetivos. La Universidad de Rotterdam realizó un estudio en Striling (Canadá) en el que demostró la relación entre la felicidad y una mente planeadora. Cumplir objetivos es una vía perfecta.

Todo esto lo que nos lleva es a ver la necesidad de alejarnos, por lo menos durante un tiempo, del ritmo de trabajo que nos ahoga, de agendas interminables, días infinitos y que no hacen nada más que atarnos a un trabajo y hacer de él el centro de nuestras vidas. Llegar a la felicidad, y como consecuencia trabajar más y mejor, ser más productivo y resolutivo, no es en base la competitividad y el sacrificio, sino planificar bien la vida y lo que hacemos para saber sacar lo mejor de cada momento.