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Claves para tomar mejores decisiones de inversión

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A la hora de tomar decisiones de inversión, debemos tener presentes numerosas variables. Por ejemplo, supongamos que vamos a invertir en bolsa o a través de otra opción. ¿Cuánto dinero invertimos? ¿Compramos o vendemos? ¿Esperamos o lo hacemos ya mismo para no perder la oportunidad? Las respuestas a todas estas preguntas son, en realidad, decisiones de inversión.

De la misma forma, un inversor potencial que está a punto de decidir si va a financiar un proyecto empresarial, artístico o de cualquier otro tipo debe responder a sus respectivos interrogantes. ¿Tendrá futuro en el mercado este proyecto? ¿Podrá superar a su competencia directa? ¿Podré recuperar lo que invierta con un buen margen de beneficio?

Por supuesto, para tomar decisiones de inversión sabias es necesario conocer el entorno en el que nos movemos y saber de economía y de finanzas. Pero hay otros aspectos que suelen quedar silenciados y que son igual de determinantes, si no más, para la toma de decisiones de inversión. Hablamos de cuestiones relativas a la psicología humana, ya que todo inversor, a fin de cuentas, es un ser humano.

En este post trataremos tres de las variables más importantes que afectan a la toma de decisiones de inversión:

  1. Las emociones.
  2. El tiempo.
  3. Los sesgos cognitivos.

Decisiones de inversión y emociones

Como seres humanos, todas las decisiones que tomamos se basan en alguna emoción. De hecho, se dice que el inversor que sabe mantener la cabeza fría y ver las cosas con perspectiva es el que más suele acertar.

  • La inteligencia emocional es una habilidad que todo tomador de decisiones de inversión debería desarrollar. Saber cómo funcionan las emociones en nuestro propio cuerpo, cómo nos afectan, cómo controlarlas, cómo utilizarlas a nuestro favor…, todo ello es objeto de trabajo de la inteligencia emocional y, por supuesto, afecta a la toma de decisiones.
  • El inversor también debe disponer de habilidades sociales, las que le permitirán tratar con otras personas de forma eficaz. Empatía, influencia, persuasión, seducción…, todo ello tiene su base en las emociones. Y son precisamente estas habilidades las que le permitirán al inversor detectar mentiras en otras personas, convencerlas de actuar de una manera determinada o lograr que confíen en él.

Un tiempo para decidir

El tiempo se encuentra directamente relacionado con las emociones. Si sentimos una emoción fuerte, es conveniente dejar que se mitigue antes de tomar cualquier decisión.

Pero en lo relativo a las decisiones de inversión, el tiempo no solo es relevante en ese aspecto. En general, decidir si invertimos o no y dónde invertimos es un proceso que debe llevarnos un tiempo prudencial. Cuando procesamos la información y esta se asienta en el cerebro, cuanto más tiempo transcurra, más probabilidades tendrá de conectarse con otra información ya almacenada en nuestra memoria. Y es esta conexión la que nos permitirá detectar posibles problemas y enfoques que no somos capaces de ver en un primer momento.

Dicho de otro modo: el tiempo nos permite decidir mejor. Eso sí, no dejemos transcurrir demasiado o la información almacenada caerá en el olvido y no servirá de nada haber esperado.

Decisiones de inversión y sesgos cognitivos

Los sesgos cognitivos son procesamientos erróneos de la información que nos pueden conducir a tomar malas decisiones de inversión.

Algunos ejemplos de sesgos cognitivos son los siguientes:

  • Sesgo de confirmación. Los seres humanos somos propensos a aceptar como más cierto lo que coincide con nuestros ideales o creencias. Este sesgo puede provocar que decidamos invertir en algo que cumpla dicho perfil aunque no resulte rentable.
  • Sesgo de encuadre. Este sesgo provoca que, ante la misma situación, podamos tomar distintas decisiones en función de cómo nos la presenten. Tal y como indicábamos en el punto anterior, el tiempo puede ayudarnos a procesar la información desde distintos enfoques y a no caer en este sesgo.
  • Sesgo de disponibilidad. Tendemos a enfocar nuestra atención en aquello que está más reciente en nuestra memoria. Esto puede provocar que prestemos más atención a los aspectos de una decisión que nos resulten más familiares y que nos olvidemos de procesar otros.

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