
Economía del donut: el modelo que equilibra bienestar y sostenibilidad
La búsqueda de un modelo económico capaz de responder simultáneamente a las demandas del bienestar humano y a los desafíos ambientales del planeta es uno de los grandes debates de nuestro tiempo.
La crisis climática, la creciente desigualdad social y la presión sobre los recursos naturales han puesto en evidencia que el paradigma económico actual, basado en el crecimiento ilimitado y en la explotación intensiva de los recursos, resulta insostenible a largo plazo.
En este contexto surge la economía del donut, también conocida como economía rosquilla, una propuesta innovadora que invita a replantear los objetivos de la economía global. Desarrollada por la economista británica Kate Raworth, esta teoría rompe con la idea de que el Producto Interior Bruto (PIB) es el único indicador válido de progreso y propone un marco visual y conceptual que integra el bienestar social con los límites planetarios.
Su atractivo radica en que ofrece una alternativa práctica y comprensible para redirigir políticas públicas, estrategias empresariales y hábitos ciudadanos hacia un horizonte de crecimiento sostenible, economía circular y desarrollo regenerativo.
1. Estructura del modelo y sus componentes
La economía del donut es un modelo desarrollado por Kate Raworth, economista inglesa que trabaja para las universidades de Oxford y Cambridge en su publicación Economía rosquilla: 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI, en la que propone un modelo de crecimiento económico alternativo que equilibre las necesidades humanas esenciales y los límites planetarios.
Se representa a través de un diagrama en forma de rosquilla, donde el círculo interior establece el mínimo necesario para que las personas puedan vivir con dignidad y el círculo exterior fija el techo ambiental que no debemos sobrepasar. Entre ambos se encuentra el espacio seguro y justo en el que puede desarrollarse la humanidad.
El modelo reconoce que, mientras millones de personas siguen viviendo por debajo de la base social mínima, millones de otras contribuyen al agotamiento de los ecosistemas y a la superación de los límites planetarios.
Esta doble tensión revela la necesidad urgente de un equilibrio que garantice que nadie quede en la pobreza extrema y que, al mismo tiempo, las actividades humanas no provoquen daños irreversibles a la Tierra.
Base social y límites ecológicos
El primer componente del modelo es la base social, que incluye derechos esenciales como el acceso a agua potable, alimentación suficiente, atención sanitaria, educación de calidad, igualdad de oportunidades, vivienda segura y participación en la vida comunitaria.
Cuando una sociedad no asegura estas condiciones básicas, sus ciudadanos quedan por debajo del mínimo vital y experimentan privaciones que comprometen su desarrollo. La base social sería el círculo interior del donut.
Por otro lado, los límites ecológicos, representados por la parte exterior del círculo, señalan los umbrales ambientales identificados por la ciencia para mantener la estabilidad del planeta: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desertificación, la contaminación química o la acidificación de los océanos son solo algunos de los aspectos que marcan el techo de seguridad.
Superar estos límites implica entrar en un terreno de riesgo, donde los impactos negativos sobre el planeta y las sociedades se vuelven cada vez más graves y difíciles de revertir. El gran valor del modelo de Kate Raworth es que no plantea elegir entre justicia social y sostenibilidad ambiental, sino que propone avanzar en paralelo hacia ambas metas dentro del marco de una sostenibilidad económica real.
2. Aplicación práctica en empresas y ciudades
Aunque pueda parecer un concepto abstracto, la economía rosquilla ya se ha llevado a la práctica en contextos concretos, demostrando su viabilidad. Uno de los ejemplos más conocidos es el de Ámsterdam, ciudad pionera en adoptar oficialmente este modelo como guía de su estrategia de desarrollo urbano. La capital neerlandesa utiliza el donut como marco de referencia para diseñar políticas de vivienda, movilidad, consumo energético y gestión de residuos.
Bajo esta perspectiva, se promueve el uso de materiales reciclados en la construcción, la generación de energía renovable, la reducción del desperdicio alimentario y la inclusión social de colectivos vulnerables. El resultado es un modelo de ciudad que busca ser circular y regenerativa, capaz de reducir su huella ecológica mientras mejora la calidad de vida de sus habitantes.
En el ámbito empresarial, la economía del donut también está inspirando transformaciones profundas. Compañías del sector textil han comenzado a rediseñar sus procesos de producción para integrar fibras recicladas, disminuir el uso de agua y minimizar el impacto químico de los tintes.
De igual manera, en el sector agroalimentario se están implementando prácticas de agricultura regenerativa, que no solo producen alimentos, sino que también restauran los suelos, capturan carbono y fomentan la biodiversidad.
Incluso en la industria tecnológica se han dado pasos para prolongar la vida útil de los productos, mediante modelos de negocio basados en la reparación, la reutilización y el reciclaje de dispositivos electrónicos.
Estos ejemplos muestran que la aplicación de la economía circular, del desarrollo regenerativo y el triple bottom line no es una utopía, sino una tendencia creciente que permite avanzar hacia una verdadera sostenibilidad corporativa, que integra impacto social y económico en el centro de la estrategia de negocio.
3. Principales retos y críticas
A pesar de su atractivo conceptual, la economía del donut enfrenta importantes desafíos para convertirse en un paradigma dominante. Uno de los más relevantes es el riesgo de polarizar la idea respecto a los sistemas económicos actuales fuertemente ligados a la idea de que el éxito se mide, exclusivamente, en términos de crecimiento del PIB.
De igual manera que este enfoque limita la capacidad de gobiernos y empresas para adoptar indicadores que integren el bienestar social o el respeto a los límites ecológicos, la economía del donut puede interpretarse como un giro radical respecto del modelo, en lugar de una ampliación de este.
Además, existe el reto de la medición: si bien el modelo de Kate Raworth es claro en su representación visual, todavía no existe un conjunto estandarizado de herramientas que permita a países, ciudades o empresas evaluar con precisión su ubicación dentro del donut.
En suma, algunos sectores académicos consideran el modelo demasiado idealista o difícil de implementar a gran escala, sobre todo en economías en desarrollo que aún dependen fuertemente de industrias extractivas para garantizar su crecimiento. Otros argumentan que, aunque la economía del donut promueve un cambio cultural necesario, carece de mecanismos políticos vinculantes que obliguen a los Estados o a las corporaciones a cumplir con sus principios.
Asimismo, el proceso de transición hacia un modelo de crecimiento sostenible requiere inversiones significativas y, en muchos casos, enfrenta la oposición de intereses económicos tradicionales. Sin embargo, estas críticas no invalidan la propuesta, sino que evidencian la magnitud del reto: se trata de transformar la lógica dominante del desarrollo económico, algo que inevitablemente implica resistencias y aprendizajes en el camino.
4. Conclusión
La economía del donut representa un cambio de paradigma en la manera en que entendemos el progreso económico y social. Al situar en el centro tanto la dignidad de las personas como la capacidad regenerativa del planeta, este modelo abre la posibilidad de construir sociedades más justas y resilientes frente a los desafíos globales.
Aunque todavía enfrenta barreras políticas, culturales y económicas, su creciente adopción en ciudades como Ámsterdam y en empresas de diferentes sectores demuestra que no se trata de una teoría abstracta, sino de una herramienta aplicable y transformadora.
El modelo de Kate Raworth nos invita a repensar qué significa realmente prosperar: no se trata únicamente de crecer sin límites, sino de permanecer dentro del espacio seguro y justo que nos ofrece el donut.
Este marco, unido a enfoques como la economía circular y el desarrollo regenerativo, puede convertirse en la brújula que necesitamos para guiar la transición hacia un futuro donde el progreso se mide no sólo en cifras económicas, sino en la capacidad de vivir en equilibrio con la Tierra y con nosotros mismos.
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