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El nuevo consumidor

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El COVID-19 ha roto con los hábitos sociales establecidos

En algún momento saldremos de este túnel largo y oscuro que está siendo la enfermedad de la Covid-19 provocada por un coronavirus. En ese momento, visualizaremos cuantos de estos nuevos hábitos adquiridos durante los últimos meses, fruto principalmente del confinamiento obligado para atajar la propagación del virus, se consolidan, y cuántos han sido coyunturales y desaparecen. La necesidad de permanecer en nuestros hogares durante largas semanas, ha cambiado la forma en la que nos comportamos e interactuamos con nuestros entorno. Un cambio forzado e impuesto, nunca buscado.

¿Cómo reaccionaron las empresas ante la situación de pandemia?

Mientras muchos negocios e industrias entraron en una “edad del hielo” donde todo quedó congelado en espera de la vuelta a la normalidad, otros han aprovechado que "el viento soplaba de cola” para crecer y consolidar su propuestas. Entre estos últimos tenemos las apps de delivery (Glovo, Uber Eats, Deliveroo o Rappi), las plataformas de contenidos en streaming (Netflix, Disney+, HBO, Filmin), o las empresas de equipamiento deportivo para el hogar por nombrar algunas (Peloton, Volava).

¿Vuelta a la normalidad?

Cuando volvamos a la normalidad habrá una «reversión to the mean» en el que industrias como la del turismo saldrá de la hibernación recuperando, antes que después, los niveles pre-pandemia, mientras que los negocios para los que la pandemia ha servido de catalizador, no serán capaces de consolidar esos niveles de crecimiento.  

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Una primera señal la tenemos en la publicación de los resultados del último trimestre (Q1 2021) de Netflix, la plataforma líder en streaming de contenidos, que ha visto como su crecimiento se ralentizaba respecto al trimestre anterior donde añadió 6 millones de nuevos suscriptores, respecto a los 4 de este último trimestre. Crecimiento al fin y al cabo, pero que empieza a notar los efectos del desconfinamiento del su principal mercado que son los EE.UU. No es descabellado pensar en que es un punto de inflexión. 

Otra segunda señal la tenemos en las declaraciones de las últimas semanas de directivos de dos de las principales compañías del mercado como son Google y Facebook anunciado la reapertura de sus oficinas para empezar a planificar la vuelta de sus trabajadores. En el caso de la red social seguirá permitiendo el trabajo remoto pero están pensando en equiparar los salarios al coste de vida del lugar desde donde trabajes, lo que en muchos implicará una reducción de salario. Esta decisión pone sobre la mesa un debate interesante: ¿deben las empresas pagar lo mismo por hacer el mismo trabajo independientemente de la ubicación geográfica, o bien los salarios se deben de ajustar a cada uno de los contextos en los que participa el trabajador? O lo que es lo mismo: ¿debe cobrar igual un desarrollador trabajando desde San Francisco que uno haciéndolo en Bali? Reflexionen sobre ello. El trabajo remoto se está haciendo muy largo a muchas compañías y también a trabajadores por diversos motivos, pero lejos quedan los augurios de un cambio radical en la forma de organizar el trabajo que muchos vaticinaban al inicio del confinamiento. Los centros de trabajo no desaparecerán, pero sí que cambiará el concepto de lo que hoy entendemos por «oficinas».  

Son solo dos síntomas, dos hechos aislados, pero que nos ayudan a dar visibilidad de lo que puede ser la «nueva normalidad». Parece que tendrá más de «normalidad» que de «nueva». En muchos aspectos, esta pandemia será otra oportunidad perdida para replantearse un sistema que da muestras evidentes de agotamiento. No aprendemos.