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Innovación y calidad, claves para el éxito empresarial

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La alta competitividad de los mercados actuales obliga a que las empresas se renueven constantemente. La prueba parece estar en que las compañías con mejores resultados son aquellas que mejor se adaptan a las circunstancias. El principal reto de las empresas tiene nombre propio: competitividad. O dicho de otra manera, las organizaciones tienen que estar preparadas cada hacer frente a un mercado cada vez más global, dinámico, que se alimenta de medios como las nuevas tecnologías y que exige una actualización constante. Es por ello que cuando se habla de cambio dentro de una compañía, el concepto suele remitir a dos cuestiones básicas: innovación y calidad. ¿Cómo definirlas? ¿Cómo aplicarlas? ¿Qué ventajas suponen para una empresa?

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Innovación: la búsqueda de nuevos caminos

En términos comerciales, la innovación puede definirse como la capacidad que tiene una compañía para generar ideas o alternativas de gestión y materializarlas en líneas de productos o estrategias de venta. En este proceso juegan un papel muy importante la comercialización y la difusión de esas ideas. Sin embargo, no se trata de un concepto homogéneo. Existen tres niveles básicos en los que es posible identificar un proceso de innovación.

a. Según el grado: En este caso hablamos de dos tipos: la innovación incremental, que se caracteriza por la introducción de pequeños cambios al interior de un proceso para optimizar un servicio o producto; y la innovación radical, que supone una ruptura con un proceso anterior y apuesta por su modificación sustancial.

b. Según la naturaleza: Este apartado se refiere a los cambios introducidos para mejorar la productividad de las empresas en tres aspectos: tecnológico, comercial y organizativo.

c. Según la aplicación: Esta diferenciación suele ser la más común cuando se habla de un proceso innovador. Puede ser de dos tipos: el primero, respecto a un proceso interno de la organización que requiera un mejoramiento de los resultados; y segundo, dirigido específicamente a un producto o servicio, como por ejemplo cuando las empresas analizan el nivel de calidad de sus productos para mejorar su recepción en los consumidores.

La calidad, la otra mitad del éxito

Asimismo, los procesos innovadores deben ir acompañados de una filosofía corporativa que apunte a la mejora continua de la productividad y el posicionamiento de las marcas. En términos generales, se trata de un proceso continuo en el que las empresas analizan cada uno de sus dinámicas internas, identifican los posibles fallos o «cuellos de botella» y se aprestan a introducir mejoras. Esta serie de acciones coordinadas y conjuntas se suelen denominar como procesos de Gestión de Calidad. El ejemplo más común lo vemos en los procesos de certificación llevados a cabo por el ISO-9000, que es la familia normativa que determina cuando un producto cumple o no con los estándares mínimos de calidad. Una calidad que, por otra parte, se aplica mediante estrategias de mejora continua (Kanban, Scrum, entre otras) y cuyo efecto puede hacerse visible en diferentes áreas de la compañía.

Los más comunes son:

a. Tecnológicas: infraestructura o elementos técnicos que intervienen en el proceso de elaboración y diseño del producto.

b. Personal: dinámicas internas que condicionan el desempeño de los miembros de los grupos de trabajo que intervienen en el proceso.

c. Expectativas de los consumidores: en relación a los resultados del producto y a la respuesta del mismo una vez ha llegado a los clientes.

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