A los que innovan sin I+D, no se les debería condenar al ostracismo financiero
¿Cómo vamos a innovar en mi empresa si no tenemos un departamento de I+D?
Es una de las preguntas que a menudo me plantean mis alumnos en el Máster de Innovación y Emprendimiento.
El paradigma de que “para innovar hay que hacer I+D” es uno de los mantras que más daño a hecho a la innovación a lo largo de los años, pero que además se ha visto reforzado por la visión de las administraciones públicas al definir como un requisito imprescindible que hubiera actividades de I+D en los programas de ayudas públicas para el desarrollo de proyectos de innovación.
Pero lo cierto es que eso es falso: no es necesario hacer I+D para generar innovaciones, incluso en algunas situaciones y campos de conocimiento la I+D es un freno a la innovación.
Sobre este tema se han escrito diferentes artículos y libros, pero cuando me preguntan sobre el tema y me piden alguna referencia suelo recomendar la obra de Oliver Som y Eva Kirner “Low-tech Innovation. Competitiveness of the German Manufacturing Sector”.
En este libro se recogen diferentes investigaciones en las que se analizaba la innovación que pueden desarrollar las empresas que “no hacen I+D” o las empresas que “no son intensivas en I+D”. Pese a que se publicó hace unos años considero que sigue siendo interesante porque con su estructura se pretendía dar respuesta a diferentes preguntas que hoy en día aún siguen siendo válidas. Aunque el contexto de la investigación fue el de la industria manufacturera alemana, las conclusiones eran y son relevantes porque expone patrones estructurales y económicos que se dan en muchos países, incluso en aquellos en que la proporción de empresas que no son intensivas en I+D es mayor que la que se da en Alemania.
Veamos algunas de las preguntas y sus conclusiones:
¿Cuál era en Alemania la relevancia económica de las empresas y los sectores no intensivos en I+D?
Las estadísticas indicaban que el 41% del valor añadido industrial correspondía a los sectores e industrias no intensivos en I+D, y empleaban la mayoría a la mano de obra industrial de Alemania. Unas proporciones que en nuestros países pueden ser mayores. Por lo que si en Alemania estas empresas innovan, en el resto de los países también lo pueden hacer, si así lo quieren sus directivos y propietarios.
¿Cuán innovadores, en relación con la actividad de patentar, son los sectores económicos no intensivos en I+D y los campos tecnológicos no intensivos en I+D?
Los datos indicaban que las patentes de Alemania en áreas tecnológicas no intensivas en I+D, están por encima de la media internacional y que las pymes (que habitualmente son las empresas que no hacen I+D o no son intensivas en I+D) son las solicitantes de la mayor parte de las patentes alemanas. Además en muchos casos eso se debe a que los conocimientos y reivindicaciones que se exponen en esas patentes están orientadas a su aplicabilidad y comercialización en forma de soluciones aplicables al mercado, cosa que no se da en las investigaciones científicas. Recordemos que un requisito para la concesión de una patente es su aplicación industrial, y en eso la I+D muchas veces es donde no consigue resultados.
Esto me permite recomendar a las empresas que no hacen I+D que deben proteger los intangibles de sus innovaciones mediante algunos de los instrumentos de propiedad industrial existentes.
¿Cuáles eran sus factores competitivos más importantes?
En las empresas no intensivas en I+D los factores competitivos más importantes eran la calidad de sus productos y procesos, y su capacidad para satisfacer las demandas específicas de sus clientes. Además consideraban la rapidez en sus plazos de entrega y la amplia variedad de productos que ofrecían a sus clientes. Aquí la importancia era calidad y eficiencia frente a innovación.
Dependiendo del sector y mercado deberemos evaluar la importancia de la innovación. Porque no en todos los sectores la innovación continuada es una necesidad.
¿Qué tipos de fuentes de conocimiento internas y externas son más importantes para las empresas que no realizan I+D o son actividades no intensivas en I+D?
En las fuentes de conocimiento explican que dependen del tipo de innovación. Así en las innovaciones de productos y servicios era habitual una mezcla de fuentes internas y externas, en cambio las innovaciones de procesos técnicos y las organizativas se generaban desde fuentes internas. En las empresas sin I+D o en las poco intensivas, la principal fuente interna de nuevas ideas para productos y procesos son las áreas de producción/fabricación en detrimento del área técnica. Respecto a las fuentes externas, los clientes son importantes para todos por igual pero los proveedores lo son más para aquellas empresas que no hacen I+D. Aunque un hecho a considerar es que las empresas que no hacen I+D innovan de forma mayoritaria en base a conocimientos prácticos, es decir, a través de su experiencia y conocimientos. Innovan con lo que aprenden en la práctica más que con la teoría.
¿Cuáles son los requisitos específicos para la gestión de la innovación en empresas que no realizan actividades de I+D o que no son intensivas en I+D?
Las investigaciones realizadas en las empresas destacaban la importancia del papel del “gerente del proceso de innovación” y su rol de enlace entre las etapas del proceso de innovación tanto dentro como fuera de la empresa. Un rol del que se resalta que es fundamental que esté anclado “con cemento” en la estructura de la organización, con unas responsabilidades y competencias bien definidas. Cuanto más claro y asentado esté este rol mayor será su contribución al éxito de las innovaciones.
Una consideración a tener en cuenta es el hecho que la mayoría de los modelos de gestión de la innovación disponibles se basan en lo que se hace en empresas intensivas en I+D, y pretender adoptar esos modelos es difícil y problemático en aquellas que no hacen I+D. Por ello lo recomendable es buscar herramientas y métodos específicos de gestión de la innovación para empresas sin I+D.
También se pone en cuestión los modelos públicos de financiación de la innovación en los que se requiere la existencia de I+D. Una crítica con la que estoy de acuerdo porque es una visión que no tiene en cuenta la realidad de muchas empresas; que además limita el acceso a las pequeñas empresas para realizar proyectos de innovación que estén a su alcance. Se explica que en Alemania la mayoría de los planes públicos de ayudas a la innovación se dirigían a los sectores de media y alta tecnología, olvidándose de las empresas y sectores no intensivos en I+D. De estas políticas se considera que son erróneas porque “corren el riesgo de pasar por alto un importante potencial para estimular, incrementar y mantener la innovación y la competitividad internacional de la economía alemana”. Esta situación la veo en casi todos los países de las personas que forman parte de la comunidad de OBS y las consecuencias, desgraciadamente, son las mismas. Se financia “a lo grande” solo las innovaciones que dicen que harán I+D (aunque posteriormente sea cuestionable que hagan realmente I+D) en detrimento de aquellos que quieren innovar sin I+D formal.
El problema de fondo es que los indicadores que se utilizan en los sistemas estadísticos de medición de la innovación de los países (y los rankings que publican diversos organismos internacionales) se basan en indicadores de innovación relacionados con la I+D. Y como que a los políticos les preocupa salir mal en las estadísticas lo que hacen es promover políticas orientadas a mejorarlas, aunque el resultado sea perjudicial para las empresas que hacen innovación sin hacer I+D.
Sobre esto proponen como solución ideal complementar los sistemas de ayuda a la innovación existentes con esquemas de financiación dirigidos a “proyectos de innovación sin I+D”; lo que permitiría el acceso a las empresas que no hacen I+D o con una I+D de baja intensidad, que son la mayoría de las empresas en todos los países.
En este libro hay muchos otros temas que son de interés para las empresas que no hacen I+D pero quieren innovar (o las que tienen una I+D de baja intensidad). Pero también podrían leerlo los responsables de las políticas de innovación porque no deberían dejar de lado a los que innovan sin I+D, porque a lo mejor son los verdaderos artífices del crecimiento sostenido de sus economías y los grandes creadores de puestos de trabajo. En conclusión, sin I+D también se puede (y se debe) innovar.