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Mckinsey cambia de CEO

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Hechos, no palabras 

Este fue el slogan de campaña electoral de un político español hace ya unos años. Era y es, una de las personas menos carismáticas en su profesión. Persona poco locuaz, gris, introvertida, tímida, en un terreno donde manda el exhibicionismo y la verborrea. Como lema de campaña le iba como anillo al dedo, y siendo realista tampoco creo que hubiese más alternativas. Ganó las elecciones y gobernó durante una legislatura. Hoy tengo mis dudas que pudiese suceder. Vivimos en un mundo donde la forma es más importante que el fondo, la superficialidad manda sobre el análisis riguroso. El triunfo de la épica sobre la lógica. Un mundo donde todo el mundo tiene un opinión sobre cualquier tema, y además pontifica a los cuatro vientos en estos altavoces modernos que son las redes sociales. Postmodernidad le llaman. 

Mckinsey no renueva el mandato de su CEO

El comentario anterior viene a colación del cambio de CEO en la reconocida consultora de estrategia McKinsey. El pasado febrero no se renovó el mandato (un eufemismo para describir un despido) al anterior ejecutivo y se nombró uno nuevo. No han sido buenos tiempos para la consultora que se ha visto envuelta en varios escándalos de corrupción, conflictos de interés y malas prácticas. La lista es larga e incluye el arresto de un socio. Para redondear la situación en las últimas semanas se ha publicado un libro titulado “Empire of pain” sobre la historia de la farmacéutica Sacklers y el desarrollo de los opiáceos como medicamento contra el dolor. Unos fármacos que se han recetado con demasiada alegría por médicos convenientemente incentivados por las farmacéuticas. Los opiáceos son responsables de una de las peores pandemias que azotan los EE.UU en los últimos años. El libro constata la inestimable y cómplice ayuda de la consultora en el crecimiento de la compañía. El mundo está cambiando y la consultora parece no haberse enterado.  

Esta noticia del cambio de CEO en una compañía como McKinsey no ha pasado desapercibida para los oráculos de la opinática en las redes sociales. Y como cada vez somos de «gatillo rápido», muchos vaticinan el final de las consultoras boutique, lo cual, evidencia un desconocimiento de la naturaleza humana. Las organizaciones contratan y pagan mucho dinero para trabajar con empresas del prestigio de McKinsey.  El negocio de estas consultoras es la de proponer soluciones a los nuevos retos de las empresas. Empresas que no saben cómo abordar el cambio, ni tienen los recursos ni el talento para afrontarlos, por lo que buscan consejo fuera. Y fuera, Mckinsey junto a BCG son las más prestigiosas gracias al talento que atraen y que ponen a disposición de sus clientes en forma de hora / hombre. Hasta aquí la explicación oficial. Ahora vayamos a la realidad que es bastante simple y humana: a pocos directivos han despedido por contratar a estas empresas. En caso de que el proyecto fracase, ¿quién puede recriminarle haber elegido a los mejores? Si McKinsey no ha podido aportar soluciones, nadie más puede. Estas compañías son marchamos de confianza, sellos de garantía, una antídoto al riesgo.  Lo más parecido a un seguro de vida. Los humanos somos adversos al riesgo, y buscamos estabilidad, certidumbre y visibilidad. McKinsey te la da, independientemente del resultado.  Por lo que seguirán existiendo estas empresas, mientras haya directivos que quieran hacer ver qué cambian, para que todo siga igual. Por lo no hay que preocuparse por McKinsey y similares, ya que la condición humana es la que es.