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Pásate a la metodología ágil

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En los últimos años, el concepto de «metodología ágil» ha irrumpido con fuerza en el campo del marketing empresarial. Cada vez son más las empresas que, ante los retos del mercado y las transformaciones tecnológicas y socioculturales, han implementado procesos de mejora en sus sistemas de organización. Y todo ello porque los métodos tradicionales de gestión, que durante décadas se alzaron como los referentes en el área de desarrollo de proyectos, ya no son útiles y es necesario adaptarlos a los nuevos tiempos o, simplemente, optar por otros nuevos. Concretamente, se trata de estrategias o metodologías que aplican las empresas en aras del mejoramiento de sus proyectos o planes de empresa. Estas mejoras se reflejan en aspectos como la calidad de los productos, el nivel de satisfacción de los consumidores, la optimización de los plazos de entrega, entre otros. Sin embargo, la característica más relevante de estas metodologías es la posibilidad de dar una respuesta rápida y coherente ante los desafíos de cada proyecto, algo que antes, con los métodos tradicionales, quedaba reservado para el momento de la entrega final de los resultados. He ahí la principal diferencia entre unos y otros.

Principios básicos de la metodología ágil

 

 

Aunque en realidad se trata de numerosas metodologías englobadas bajo la categoría «ágil», lo cierto es que todas, independiente de su naturaleza o énfasis, tienen una serie de características comunes que enumeramos a continuación:

 

 

1. Trabajo conjunto: al tratarse de estrategias transversales, es decir, que vinculan a todas las dependencias de una organización, la metodología ágil promueve el trabajo en equipo. Además, es un vehículo directo para hacer más efectiva la comunicación entre los trabajadores de un mismo rango organizacional y, sobre todo, entre los niveles de mando y los cargos medios o intermedios.

 

 

2. Velocidad de respuesta: si en algo se distancian estas estrategias de los métodos tradicionales es en la capacidad para reaccionar ante eventuales fallos u obstáculos. Los proyectos son divididos en fases y cada una de éstas arroja un resultado concreto que puede ser corregido sobre la marcha.

 

 

3. Ahorro de costes: gracias a  esas intervenciones parciales, los responsables de los proyectos tienen la posibilidad de obtener resultados en cada una de las fases y tomar las medidas pertinentes para solventar los fallos. Si se hiciera al final del proceso, tal como ocurría con muchos de los métodos tradicionales de gestión, el coste sería mucho más alto y, probablemente, el efecto de las mejoras no sería el mismo. En estas entregas parciales también puede tomar parte el cliente o destinatario y sugerir los cambios que considere necesarios para el cumplimiento de los objetivos iniciales.

 

 

4. Mejora de la calidad: la calidad es, sin duda, el objetivo último que persiguen las estrategias ágiles de gestión de proyectos. Como se esbozaba en el punto anterior, los consumidores son la parte más importante de todo el proceso y por ello los esfuerzos de mejora deben ir orientados a satisfacer sus necesidades.

 

 

5. Generan un clima laboral óptimo: internamente, además, la metodología ágil promueve escenarios laborales en los que predominan la motivación, la participación y la necesidad de superación entre los trabajadores. También aumentan la productividad y mejoran el grado de compromiso hacia la compañía.