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El innovador es una agente del cambio que se enfrenta al miedo con decisión

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El que quiere ser innovador en una empresa se enfrenta al reto de convertirse en un “agente del cambio”. Esto es aquel que debe actuar como catalizador para que los desarrollos que se quieren llevar a cabo dentro de la organización pasen del plano de las ideas al plano de las realidades.

Esta es una figura que se conforma de diversos elementos que se han adquirido a lo largo del tiempo o deberán adquirirse por quién quiera escoger esta “profesión de riesgo”.

Entre los elementos que se deberían considerar tenemos los siguientes:

  • Capacidad de escuchar. Esta es una característica que distingue, en un mundo donde los mensajes llegan de todas partes mientras la mayoría, además, siempre está hablando. Pero lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones no es un diálogo, sino un monólogo en el que el orador habla de sí mismo y para sí mismo. Aquí es donde entra en juego el carácter diferencial y distintivo del innovador, porque en este monólogo interviene para preguntar sobre aquello que no sabe o no entiende y como consecuencia, el interpelado explica más de lo que debería y aporta al innovador una información de gran valor. Con la escucha activa, se deja que los demás hagan el trabajo de informar de lo importante y nos ahorran el trabajo de buscarlo.

Para innovar es importante escuchar los sonidos del mercado, de nuestros clientes y de los que no lo son, de nuestros proveedores y de los proveedores de la competencia, de los competidores, de la Administración Pública y de los políticos. Así como, en el bosque el sonido de los animales nos avisa de los peligros que llegan también, en el mercado hay sonidos que nos indican que nos acechan situaciones adversas. Una escucha atenta nos permitirá ponernos a desarrollar innovaciones que nos protejan de esos peligros.

  • Capacidad de comunicarse y relacionarse. Quién no comunica, no existe. Cuando se deben liderar proyectos de innovación dentro de una organización o defenderlos fuera de ella es crítico el tener capacidad de comunicarse. Hay que saber explicar bien que se quiere hacer, porque se quiere hacer y que se pretende conseguir. Esto muchas veces requiere explicar lo mismo de diferentes formas y con diferentes niveles de lenguaje; no es lo mismo explicar un proyecto a los directivos de la empresa, que a un grupo de posibles inversores, que a los empleados que deben ayudar a llevarlo a cabo o a los que no deben poner impedimentos. El uso de las palabras adecuadas en cada entorno puede significar el éxito o el fracaso del proyecto.

Muchas veces se escoge para liderar proyectos a personas de elevados conocimientos técnicos pero que no son capaces de comunicarse adecuadamente y eso provoca que los proyectos no fluían como sería razonable. El innovador debe saber comunicar o debe obligarse a aprender a comunicar.

  • Capacidad de tener miedo. Hay que recordar que “los cementerios están llenos de valientes”, pero que tener miedo no significa que se es un cobarde, sino que se evalúan los peligros antes de actuar. En los proyectos de innovación acechan los peligros que pueden ser las presiones por conseguir un producto lo antes posible que soluciones los problemas detectados o para dar respuesta a un cliente insatisfecho. Pero estas prisas suponen un peligro porque pueden hacer que tomemos decisiones equivocadas. Nos enfrentamos al dilema de la “agilidad de las decisiones” y en eso, el miedo es un factor que debe existir en su justa medida.

El miedo a veces es un elemento que puede ayudar a tomar una decisión de forma diferente a lo que se pensaría. Esto se da cuando al presentar una innovación dentro de la empresa empiezan a surgir objeciones basadas en el miedo a “salir de la zona de confort”; es el miedo que se expresa cuando se dice “este producto va a canibalizar nuestro producto actual XYZ”. Este miedo a perder el negocio de hoy si no se supera es el que hará que no exista el mañana.

  • Curiosidad constante. Es la actitud de estar en un estado de cuestionamiento constante de lo que se vive. De preguntar el “porqué de las cosas”, de aquello que se entiende y de lo que no se entiende. A menudo preguntarse porqué se hace algo, o porqué se hace de esa manera es la chispa que puede provocar un incendio de consecuencias devastaras. De la curiosidad surgen los cisnes negros, porque con las preguntas apartamos los arbustos que los ocultan.

Hay que ser consciente que esta curiosidad constante es peligrosa, ya que muchos pueden creer que se cuestiona su trabajo, o su conocimiento o su posición. Pero también que las preguntas ponen en evidencia a los que no saben; o a los que no saben porque hacen lo que hacen, y esto puede ponerles a la defensiva si se dan cuenta que lo que hacen no tiene sentido o ya no es necesario.

Estas son algunas de las características sobre las que queremos ser innovadores deberíamos reflexionar. Para ello, una recomendación sería tener una libreta en la que en cada hoja escribir cada una de ellas y reflexionar lo que supone y requiere cada una de ellas poderla incorporar a nuestras competencias.

Innovador no se nace sino que uno se hace.