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¿Puede la capacitación mejorar el clima laboral?

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En los años ’90 la capacitación en las empresas estaba a la orden del día. Era un importante atractor para captar talento y mantener a los empleados motivados. Muchos profesionales se beneficiaron de los generosos planes de carrera que les permitía obtener becas para acceder a un MBA (el postgrado más valorado en aquel momento).

Pero también fueron años muy fructíferos en programas de Management, relacionados con el Liderazgo, las Competencias o  la Gestión del Cambio. Se trabajaba y se invertía fuertemente en la construcción de una cultura organizacional sólida y de largo plazo. La gran mayoría de profesionales que ocupábamos cargos ejecutivos en aquella década, recibimos este tipo de capacitaciones in company, a veces en el extranjero y fuimos también premiados con la asistencia a congresos internacionales sobre temas de negocios.

El beneficio para el empleado traspasaba el hecho de haber aprendido algo útil o interesante. Había un efecto emocional que impactaba positivamente en el clima laboral,  porque las personas valoramos que la organización invierta en su personal para lograr mejoras o prepararnos para el futuro.

Pero además,  las capacitaciones grupales y presenciales (en los ’90 no había otra forma de hacerlas)  nos daban la posibilidad de encontrarnos con colegas que no conocíamos o con quienes no trabajábamos habitualmente, y compartir una experiencia por fuera de la rutina.  Con este tipo de actividades de formación lúdica se lograba en alguna medida, no solamente llegar a tener una visión compartida del negocio, sino romper con los silos que suelen entorpecer la articulación integral de la estrategia de la compañía.  

Pero llegó el nuevo siglo cargado de los cambios que todos conocemos y el tiempo para aquellas jornadas de “edutainment” (la educación como forma de entretenimiento) comenzó a escasear. Gestionar el día a día en un mundo globalizado se volvió la prioridad de los mandos altos y medios. Y la renovación tecnológica para no perder competitividad ocupó un papel preponderante en el reparto presupuestario dentro de la empresa. 

Con menos tiempo por parte de la gente y menos dinero por parte de la empresa, las Jornadas de Capacitación fuera de la rutina quedaron en el pasado.

Y si  bien es cierto que la gente se siguió capacitando y actualizando gracias al acceso de contenido y capacitaciones a través de Internet (incluida la asistencia remota a congresos y el acceso a carreras de grado y postgrado online), lo que se perdió, es el componente emocional de esos encuentros que era un ingrediente insuperable,  para trabajar sobre el clima laboral.

En tiempos en que el comportamiento empático es indispensable para que una organización pueda afrontar los desafíos de este nuevo mundo de los negocios donde se desdibujan los límites entre un área de trabajo y otra, y donde la complejidad obliga a tener equipos de trabajo multidisciplinarios y colaborativos, parecería que aquellos “encuentros presenciales” del pasado podrían aportar al clima laboral incluso, más beneficios de los que tenían entonces.

Las empresas que nacieron en la nueva era como Amazon, Google o Facebook tuvieron claro desde el principio que la interacción entre la gente, mejora el clima laboral, por tanto mejora el humor de la gente, la productividad y la creatividad colectiva. Lograron incorporar en su día a día  ese componente emocional que aceita las relaciones personales,   directamente desde el layout de sus oficinas: espacios abiertos y compartidos que incluyen  lugares de relax, reunión y  distención con juegos para que la gente interactúe, se conozca y en consecuencia se bajen las barreras para posibilitar el trabajo colaborativo y empático. Y aún habiendo logrado este objetivo por la arquitectura de sus oficinas, no escatiman presupuesto en capacitaciones grupales porque saben que eso, genera un R.O.I directo.

Hoy que  las empresas están llenas de millennials con ganas de ser parte activa en la construcción del negocio, es un momento ideal para retomar la saludable costumbre de planificar capacitaciones fuera de la rutina ya que estos jóvenes que traen incorporada la cultura colaborativa, pueden contagiar entusiasmo a las generaciones apabulladas por el cambio y colaborar con los líderes, para que se encienda el motor del compromiso.