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Un nuevo referente

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 Aitor Francesena

Todavía se me eriza la piel cuando pienso en él. Me gustaría tener la ocasión de conocerle personalmente. Mejor dicho, y siguiendo la Ley de la Acción, voy a hacer lo posible para conocerle.

Estaba en el coche escuchando la radio cuando intercepté una entrevista a Aitor Francesena, un surfista de Zarauz (País Vasco). Zarauz es cuna de surfistas por sus privilegiadas playas, que dan olas a los amantes del surf 300 dias al año. Su voz denotaba ya que estábamos delante de alguien diferente. Una voz energética, contundente y un tanto juguetona. El surf era su vida. Lo practicaba desde niño. De hecho en el colegio los chavales no hacían gimnasia sinó surf. Había competido a nivel mundial y después, había transmitido sus conocimientos a otros, convirtiendo así a surfistas en campeones.

Hablaba del surf con pasión, se emocionaba cuando hablaba de su equipo. Reprodució mil sonidos de ola. “Las de un metro suenan así”, y emitía una onomatopeya determinada. “Las de tres así”, y emitía otra que realmente te hacía imaginar que la ola era mucho mayor. Podría estar hablando horas y horas de eso: de las olas. De derechas, de izquierdas, nobles y traidoras, secretas y públicas. Y de esa ola tan famosa que todo surfista persigue: la ola perfecta.

Casualidad o no, dos días antes había visto una película de surfistas, y a pesar de ser un total neófito, le saqué todo el jugo a la entrevista pues tenía imágenes muy recientes en mi retina que adornaban la entrevista. Iba conduciendo mi coche, y surfeando mentalmente siguiendo las instrucciones de Aitor.

Hasta aquí nada que haga que valga la pena contar esta historia en este blog. Pero es que Aitor había innovado, y gran parte de la innovación residía en su mentalidad. Aitor retó al presentador a enseñarle en pocas semanas a surfear. No a ser un campeón, pero a disfrutar de esas sensaciones únicas que dicen sentir los que cabalgan las olas. Xavier, el presentador, al que sigo durante los fines de semana en su magnífico programa Via Lliure hizo gala de su incapacidad para los deporte acuáticos con tabla, pero cuanto más dudaba de su capacidad, más vehementemente Aitor le retaba a que él era capaz de enseñarle. Y es que Aitor tiene un método propio. Y estoy seguro de que nadie más en el mundo tiene uno igual. Aitor enseña con los sentidos. Enseña a sentir la hola, a escuchar su sonidos, a notar en la cara el viento, en las piernas la tensión. A levantarte en el momento justo y a partir de allí, a dejarte llevar por ella.

Y muchos se preguntaran por qué estoy tan seguro de que el método es único. La respuesta es muy fácil Aitor es ciego.