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Metacognición: pensar sobre lo que estamos pensando

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“Espera que lo tengo en la punta de la lengua”… Todos hemos vivido la experiencia en algún momento de intentar recuperar de la memoria un nombre o palabra específicos, pero no poder hacerlo. Por lo general, finalmente conseguimos recuperarla, pero mientras está en la “punta de la lengua” parece estar al borde la conciencia. Según la American Psychological Association (APA) esto es un ejemplo interesante y común de metacognición.

¿Qué es la metacognición y para qué sirve?

El diccionario de la APA define la metacognición como la conciencia de los propios procesos cognitivos, con frecuencia implicando un intento consciente de controlarlos. En términos simples, el término metacognición se utiliza para describir nuestra capacidad para evaluar nuestras propias habilidades, conocimientos o aprendizaje.

En el ámbito de la educación, se relaciona con la conciencia de los estudiantes sobre su verdadero nivel de comprensión de un tema. Es la habilidad que influye en qué tan bien y cuánto tiempo estudian los estudiantes y por tanto cuándo y cuán profundamente aprenden.

Según Nancy Chic, del Centro de Enseñanza de la Universidad de Vanderbilt, las prácticas metacognitivas ayudan a los estudiantes a tomar conciencia de sus fortalezas y debilidades. Esto incluye todos sus diferentes roles como aprendices, escritores, lectores o miembros de un equipo, entre otros. Un factor clave es reconocer el límite del conocimiento o la habilidad de uno y luego descubrir cómo expandir ese conocimiento o reforzar la habilidad. Los estudiantes capaces de reconocer sus fortalezas y debilidades en estas áreas tendrán más probabilidades de controlar efectivamente sus recursos y estrategias de aprendizaje.

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¿Qué sucede ante la ausencia de metacognición?

Los estudiantes con habilidades más débiles de metacognición demuestran un exceso de confianza en relación con su nivel de comprensión. Por tanto, pensando que ya dominan el material, acortan los tiempos de estudio de forma prematura. En realidad, estos estudiantes con una metacognición deficiente tienen una comprensión superficial y fragmentada. Esto es debido a que construyen a partir de información precisa, pero también de conceptos erróneos

Como consecuencia, los estudiantes débiles pueden tomar malas decisiones en relación con sus estudios. Al entender que ya han dominado el material, dejan de estudiar antes de tener la suficiente comprensión para obtener un buen desempeño. En situación de examen, con frecuencia creen que sus respuestas son correctas, y después de sorprenden con la mala nota obtenida.

La incompetencia también está asociada a la mala metacognición. Normalmente, las personas que son incompetentes en alguna tarea no son conscientes de esa incompetencia. Como ejemplos encontramos los que piensan que son graciosos o buenos conductores y en realidad no lo son.

Evaluación formativa y tests de autocomprobación

Según Stephen Chew, profesor y director del departamento de psicología de la Universidad de Samford en Alabama, una manera efectiva de reducir el impacto de una mala metacognición es utilizar la evaluación formativa durante la enseñanza. Se trata de actividades breves y de bajo riesgo que los estudiantes realizan para evaluar su nivel de comprensión. Además, ofrecen también al profesor una medición sobre su desempeño.

Las pruebas tipo test de autocomprobación son un buen ejemplo de evaluación formativa. En estos ejercicios se presenta un test con preguntas de selección múltiple similares a las que tendrán en el examen. Los estudiantes deben seleccionar sus respuestas individualmente y después se discuten en clase. Esto permite al profesor conocer el nivel de comprensión del material, identificar y corregir aquellas áreas en las que hay más problemas. Y aún más importante, ayudan a que los estudiantes evalúen con mayor precisión su propia comprensión.

Practicar la metacognición en las aulas

La comprensión de la metacognición y su influencia en los estudiantes es un poderoso argumento para modificar la dinámica de muchas clases magistrales. En este tipo de clases, se evalúa con pocos exámenes que tienen mucho peso en la nota final.

De acuerdo con el profesor Chew, la clase de 40 minutos debería finalizar con una actividad de evaluación formativa de 10 minutos. Esto puede ayudar a nuestros estudiantes a aprender de manera mucho más efectiva que una lección de 40 minutos seguida del típico recurso: ¿alguna pregunta? Generalmente los estudiantes no hacen preguntas precisamente porque sus habilidades metacognitivas deficientes los han convencido de que entendieron la lección a la perfección.