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Aprender a adaptarse a los cambios

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El COVID-19 nos obligó a enfrentarnos a un escenario desconocido

Si de algo se habla en este momento es de Cambio y Transformación. Pero no ya desde lo “deseable” o “en agenda” como sucedía en la era pre-covid, sino como “algo mandatorio” para renacer de las cenizas en esta era post-covid. 

El mundo que conocíamos se hizo añicos con la llegada de la pandemia. Una de esas “variables no controlables” que nadie tenía prevista en su planificación estratégica y mucho menos en nuestras propias vidas. Se rompieron todas las rutinas, personales y profesionales, y nos vimos obligados a “cambiar” por fuerzas externas, atravesando muchos estados emocionales y confrontando un nuevo escenario que, aún, no termina de tomar forma. 

Los líderes están generando nuevas visiones, pero se hace difícil que éstas se concreten en acciones reales, porque para lograr una “transformación en el modo de trabajar y dar respuesta a los nuevos desafíos”, primero hay que trabajar en el “cambio” y éste, empieza por las personas. Como todo proceso lleva tiempo ―a unas personas les lleva más que a otras― y “es un proceso gradual de aprendizaje y desaprendizaje”, como suele explicar Andrea Novara, experta en Gestión del Cambio para la innovación y Gerente de Innovis. 

Y dado que cualquier profesional que quiera seguir activo en el mundo laboral no tiene opción, mi intención en este post es ayudarlo a comprender la diferencia entre cambio y transformación y acercarle una de las tantas herramientas de las que podemos echar mano, para no perecer en el intento. 

¿Es cambio lo mismo que transformación?  

Si bien se suelen usar como sinónimos por gentileza del lenguaje, lo cierto es que se trata de conceptos que, si los analizamos, poseen notorias diferencias y conllevan consecuencias en la vida, en el trabajo y en el mundo, de índole diferente.  

Los procesos de cambio comienzan por las personas

Rafael Echeverría, considerado el padre del Coaching Ontológico, habla de tres instancias de cambio posibles

  1. La primera sería del orden de la acción, en donde las personas nos preguntamos qué tenemos que cambiar para alcanzar el objetivo deseado, y cuáles de nuestras acciones debemos modificar ya que, como dijo Eisntein y la Internet se ha ocupado de recordárnoslo hasta el cansancio, “el principio de la locura es creer que haciendo lo mismo obtendremos resultados diferentes”. Si bien algunas veces este cambio resulta suficiente, lo cierto es que es también muy acotado.  
  2. Como segunda instancia habla de cambios desde el lugar del observador, es decir, invita a las personas a trabajar para cambiar su punto de vista, el modo en el cual ven el mundo que las rodea, incluidos sus problemas, incluidas aquellas cosas que quieren que sean de otro modo. Esto implica permitirse observar todo de un modo totalmente diferente del que hasta entonces era habitual, pudiendo incluso llegar a generar la percepción de que “lo que antes era imposible, ya no lo es”. Si cambiando todo lo que se puede, tanto en el orden de la acción como del punto de vista, aún no se obtienen los resultados perseguidos, es probable que haya que realizar cambios drásticos en el entorno

Y es de este tipo de profundidad al que nos enfrenta la realidad actual, la era post covid: un rotundo cambio del entorno, del contexto, del mundo y con la tremenda particularidad de no haber sido elegido por nosotros.  

Y sí, este momento de rotundo cambio del contexto requiere de una total transformación empresarial, pero esa transformación no podrá lograrse con éxito si no se tiene en cuenta a las personas: lo que se requiere es un rotundo cambio de enfoque

Las transformaciones incluyen a los cambios, claro, pero van mucho más allá: involucran a la vida toda, implica dar por tierra con todo lo conocido, barajar y dar de nuevo. El futuro no es predecible, hay que construirlo y esa construcción debe necesariamente ser colectiva. Como en toda transformación, más aún en una de la magnitud de la que nos impone una pandemia, reina la incertidumbre, carecemos de cualquier certeza. No se trata de reacomodar, sino de refundar sobre las bases de un mundo que, tal como lo conocíamos, ya no existe más. Tenemos que pasar del mind-set al mind-flex. Cambiar nuestra forma de pensar y hacer pero, además, de forma flexible por si hay que volver a cambiar. 

El ser humano tiende a la creación de rutinas y ambientes seguros, controlables, por lo que cualquier cambio, incluso los deseados, nos generan estrés, ya que todos incluyen, en mayor o menor medida, una pérdida. Toda pérdida requiere, a su vez, un duelo y cada persona transita los duelos a su modo y les llevan tiempos diferentes. También la capacidad de resiliencia varía de una persona a otra, por lo cual, si queremos estar a la altura de los nuevos retos a los que nos enfrenta la era post-covid, tenemos que desarrollar competencias que pueden aprenderse y entrenarse. Tenemos que ampliar la mirada, desarmar los silos y parar a la interconexión. Necesitamos urgentemente desarrollar la empatía (entendiendo por empatía no “ponerse en los zapatos del otro”, lo que resulta imposible, sino en escuchar y tratar de comprender cómo el otro se está sintiendo, me suceda o no, lo mismo que a él), necesitamos ser flexibles, necesitamos adaptarnos. Es menester que trabajemos de forma interconectada, necesitamos aprender a escuchar y a conversar entre todos. Es tiempo de cultivar relaciones. Lo crucial, hoy, no es innovar, sino hacerlo de una manera sistémica y sistemática.  

Ese es nuestro desafío. Primero aprender a cambiar, para luego llevar juntos adelante, la transformación.