
Sostenibilidad empresarial: cómo integrar lo económico, social y ambiental en tu estrategia
La sostenibilidad empresarial ha evolucionado desde una práctica periférica hacia un eje estratégico central.
En un entorno caracterizado por la crisis climática, la desigualdad social y la disrupción tecnológica, las organizaciones enfrentan el desafío de redefinir su propósito y su forma de operar, y rediseñar su organización empresarial para responder a las nuevas demandas.. Ya no basta con generar beneficios económicos: es necesario hacerlo de forma ética, regenerativa y con impacto positivo.
Este artículo propone una mirada transdisciplinaria y sistémica, apoyada en tres pensadores clave:
- Edgar Morin, con su pensamiento complejo, nos invita a superar la fragmentación del conocimiento y a comprender la empresa como un sistema vivo en interacción con múltiples niveles de realidad.
- Humberto Maturana, desde la biología del conocer, nos recuerda que toda organización es una red de conversaciones y que la sostenibilidad comienza en la forma en que nos relacionamos.
- Otto Scharmer, con su Teoría U, propone un liderazgo que conecta con el futuro emergente, basado en la escucha profunda, la co-creación y la transformación interior.
A) Dimensiones clave de la sostenibilidad corporativa
1. Dimensión económica
Implica generar valor financiero de forma sostenible, es decir, sin comprometer los recursos del futuro. Esto requiere:
- Innovación en modelos de negocio.
- Eficiencia energética y operativa.
- Inversión en tecnologías limpias.
Morin advierte sobre el “paradigma de la simplificación”, reduce la economía a indicadores financieros. La sostenibilidad exige una racionalidad ampliada, que integre lo cualitativo, lo intangible y lo relacional.
2. Dimensión social
Incluye el respeto por los derechos humanos, la equidad de género, la diversidad, el bienestar laboral y el desarrollo comunitario. Las empresas deben actuar como ciudadanos corporativos responsables.
Maturana aporta aquí su noción de legitimidad del otro: una organización sostenible es aquella que reconoce al otro como legítimo en la convivencia, lo que implica prácticas de inclusión, diálogo y cuidado.
3. Dimensión ambiental
Va más allá de la mitigación del daño. Implica una ética ecológica que reconoce la interdependencia entre los sistemas humanos y naturales. Esto se traduce en:
- Reducción de emisiones.
- Gestión de residuos.
- Protección de la biodiversidad.
Morin habla de “ecología de la acción”: toda acción tiene efectos múltiples, inciertos y a largo plazo. Por eso, la sostenibilidad requiere pensar en consecuencias sistémicas.
B) Rentabilidad, impacto social y gobernanza ética
La sostenibilidad no es antagónica a la rentabilidad. De hecho, estudios del MIT, Harvard y McKinsey muestran que las empresas con estrategias ESG sólidas:
- Tienen mejor desempeño financiero.
- Son más resilientes ante crisis.
- Atraen talento y capital.
La gobernanza ética implica:
- Transparencia y rendición de cuentas.
- Diversidad en los órganos de decisión.
- Políticas anticorrupción y de derechos humanos.
Maturana nos recuerda que la ética no es una norma externa, sino una expresión del vivir en coherencia. Una empresa ética es aquella que cuida las relaciones que la constituyen: con empleados, clientes, proveedores, comunidades y el entorno.
Scharmer, por su parte, plantea que la ética empresarial debe surgir de un proceso de presencing: conectar con el propósito profundo de la organización y actuar desde un lugar de conciencia expandida.
C) Cómo diseñar una estrategia efectiva
Una estrategia de sostenibilidad debe ser:
1. Contextual
No hay recetas universales. Cada organización debe partir de un diagnóstico de su entorno, su cadena de valor y sus impactos; revisando primero las fortalezas y debilidades de la empresa para saber dónde enfocar sus esfuerzos.
2. Participativa
La sostenibilidad no se impone desde arriba. Se construye con la participación de todos los niveles de la organización y de los stakeholders externos.
3. Transformacional
No se trata solo de hacer menos daño, sino de regenerar sistemas: sociales, ecológicos y organizacionales; además de convertir la sostenibilidad en una estrategia competitiva que genere valor a largo plazo.
4. Iterativa
La estrategia debe ser flexible, adaptativa y basada en el aprendizaje continuo.
Scharmer propone un proceso en tres movimientos:
- Open Mind: suspender juicios y observar.
- Open Heart: empatizar con los otros y con el sistema.
- Open Will: dejar ir lo viejo y permitir que emerja lo nuevo.
Morin complementa: toda estrategia debe integrar la incertidumbre, el error y la contradicción. La sostenibilidad no es lineal, es una navegación en la complejidad.
D) Métricas, stakeholders y cultura interna
La sostenibilidad empresarial no puede gestionarse sin una arquitectura sólida de indicadores, relaciones y cultura organizacional. Este eje articula la capacidad de la empresa para medir su impacto, relacionarse con sus entornos y cultivar valores que sostengan el cambio.
1. Métricas: del control al aprendizaje
Las métricas de sostenibilidad deben ir más allá del cumplimiento normativo. Deben ser herramientas de aprendizaje organizacional, capaces de revelar no sólo resultados, sino también procesos, tensiones y oportunidades de mejora.
Para que estas herramientas no sean meros números, sino un motor de mejora continua, tal como propone el enfoque de growth marketing en el crecimiento empresarial.
Se agrupan en tres grandes categorías:
- Ambientales: huella de carbono, consumo energético, uso de agua, residuos, biodiversidad.
- Sociales: equidad salarial, rotación, diversidad, salud y seguridad, impacto comunitario.
- De gobernanza: transparencia, ética, diversidad en el liderazgo, cumplimiento legal, sostenibilidad en la cadena de suministro.
Los marcos más utilizados incluyen GRI (Global Reporting Initiative), SASB, TCFD, y los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).
Sin embargo, como advierte Edgar Morin, el exceso de indicadores puede generar una “ceguera por cuantificación”. Lo esencial es que las métricas estén alineadas con el propósito y que permitan pensar en sistemas, no en silos.
2. Stakeholders: gestión relacional y co-creación
La sostenibilidad exige una gestión relacional: la empresa debe pasar de ser un actor aislado a ser un nodo en redes de colaboración. Esto implica reconocer la legitimidad de todos los stakeholders:
- Empleados y sindicatos.
- Clientes y consumidores.
- Proveedores y distribuidores.
- Comunidades locales.
- Gobiernos y reguladores.
- Sociedad civil y ONGs.
- Medio ambiente como sujeto de derecho.
Aquí, Humberto Maturana aporta una visión clave: toda organización es una red de conversaciones. La sostenibilidad no se decreta, se conversa, se negocia y se co-crea. Reconocer al otro como legítimo en la convivencia implica diseñar procesos participativos, escuchar activamente y construir confianza.
Ejemplos como Natura & Co y Sistema B muestran cómo la gestión de stakeholders puede convertirse en una fuente de innovación social y reputación corporativa.
3. Mapa de stakeholders en sostenibilidad
Podemos generar una visualización del nivel de influencia e interés de cada grupo de stakeholders en la estrategia de sostenibilidad empresarial, por ejemplo:
4. Cultura interna: el alma de la sostenibilidad
Sin una cultura organizacional coherente, la sostenibilidad se convierte en un discurso vacío. La cultura es el conjunto de valores, prácticas, símbolos y narrativas que configuran el modo de ser de la empresa.
Una cultura sostenible se caracteriza por:
- Liderazgo ético y consciente.
- Aprendizaje organizacional continuo.
- Prácticas de cuidado, colaboración y respeto.
- Capacidad de adaptación y resiliencia.
Otto Scharmer, desde la Teoría U, propone que la transformación cultural comienza por el liderazgo interior: los líderes deben aprender a “presenciar”, es decir, a conectar con el futuro que quiere emerger, dejando atrás patrones obsoletos.
Morin, por su parte, advierte que la cultura debe ser capaz de navegar la incertidumbre, integrar la contradicción y aprender del error. Una empresa sostenible no es la que nunca falla, sino la que aprende a fallar mejor.
Maturana complementa: el cambio cultural no se logra por imposición, sino por transformación de las conversaciones. Cambiar la cultura implica cambiar los relatos, los vínculos y las emociones que sostienen la organización.
E) Casos de éxito de sostenibilidad como ventaja competitiva
Los siguientes casos ilustran cómo la sostenibilidad puede ser un motor de innovación, resiliencia y liderazgo estratégico, cuando se integra en el núcleo del negocio. Cada empresa representa una forma distinta de abordar el triple impacto, y todas comparten una visión de largo plazo, coherencia ética y capacidad de transformación.
1. Patagonia: sostenibilidad como activismo corporativo
Patagonia ha trascendido su rol como marca para convertirse en un movimiento socioambiental. En 2022, su fundador transfirió la propiedad a un fideicomiso y una ONG, destinando todos los beneficios a la defensa del planeta. Esta decisión radical refleja lo que Otto Scharmer denomina “liderazgo desde el futuro emergente”: actuar desde una conciencia expandida, alineada con el propósito profundo.
La empresa integra sostenibilidad en cada decisión: desde el diseño de productos duraderos hasta campañas que promueven el consumo responsable. Su éxito demuestra que la coherencia ética puede ser una ventaja competitiva.
2. Grupo Bimbo: sostenibilidad industrial y regenerativa
Bimbo ha logrado operar con energía 100% renovable en varios mercados, ha modernizado su flota con vehículos eléctricos y promueve el uso de empaques reciclables. Además, impulsa la agricultura regenerativa y programas comunitarios.
Este enfoque sistémico refleja el pensamiento de Edgar Morin, quien propone que la empresa debe ser vista como un organismo vivo, capaz de regenerar sus entornos sociales y ecológicos. Bimbo no solo reduce impactos: reconstruye vínculos con la naturaleza y la sociedad.
3. Ørsted: transformación radical del modelo energético
La antigua petrolera danesa Dong Energy se transformó en Ørsted, líder mundial en energías renovables. En menos de una década, pasó de ser una empresa fósil a ser reconocida como la más sostenible del planeta.
Este caso ejemplifica lo que Maturana llama “cambio estructural”: una transformación profunda del modo de operar, basada en nuevas conversaciones, nuevas relaciones y nuevos propósitos. Ørsted demuestra que la sostenibilidad puede ser disruptiva y rentable.
4. Natura & Co: cosmética con propósito
Natura, la mayor empresa B Corp del mundo, basa su modelo en ingredientes naturales, comercio justo y venta directa. Su estrategia combina impacto ambiental, inclusión social y rentabilidad.
Desde la perspectiva de Maturana, Natura encarna una organización que cuida, que reconoce al otro como legítimo y construye redes de colaboración. Su éxito muestra que la belleza puede ser ética, regenerativa y comunitaria.
5. Schneider Electric: eficiencia energética y economía circular
Schneider Electric ha implementado tecnologías para optimizar el uso de energía, promueve productos duraderos y reciclables, y opera con electricidad 100% renovable.
Este enfoque integral responde a la visión de Morin, quien insiste en la necesidad de pensar en ciclos, interdependencias y retroalimentaciones. Schneider no solo vende soluciones: enseña a pensar en sistemas.
6. Banbu, Bosquia, Koopera y Grupo Migasa: innovación local con impacto global
- Banbu: cosmética vegana, libre de tóxicos y plásticos, con transparencia ambiental.
- Bosquia: reforestación con especies autóctonas, certificada B Corp.
- Koopera: reutilización textil y empleo inclusivo.
- Grupo Migasa: agroindustria con energías limpias y apoyo a más de 80.000 familias.
Estas empresas muestran que la sostenibilidad no es exclusiva de grandes corporaciones. Desde lo local, con propósito claro y gestión ética, se puede generar valor económico, social y ambiental.
Conclusión: hacia una empresa consciente, regenerativa y compleja
La sostenibilidad empresarial no es una tendencia ni una obligación regulatoria: es una transformación profunda del paradigma organizacional. Implica repensar el propósito, las relaciones, los procesos y los impactos desde una lógica sistémica, ética y regenerativa.
En este recorrido, hemos visto que integrar lo económico, lo social y lo ambiental no es simplemente equilibrar tres dimensiones, sino reconfigurar la forma en que la empresa se concibe a sí misma y se vincula con el mundo.
Desde la perspectiva de Edgar Morin, la empresa debe ser entendida como un sistema complejo, donde cada acción tiene efectos múltiples, inciertos y a largo plazo. La sostenibilidad exige una racionalidad ampliada, capaz de integrar contradicciones, navegar la incertidumbre y aprender del error. No se trata de controlar el entorno, sino de co-evolucionar con él.
Humberto Maturana nos recuerda que toda organización es una red de conversaciones. La sostenibilidad comienza en cómo nos relacionamos, cómo cuidamos y cómo convivimos. La ética no es una norma externa, sino una coherencia interna entre el decir y el hacer. Una empresa sostenible es aquella que reconoce al otro como legítimo en la convivencia, y que construye vínculos basados en el respeto, la inclusión y la colaboración.
La sostenibilidad requiere una arquitectura de gestión que combine:
- Métricas significativas, que midan no sólo resultados, sino procesos y aprendizajes.
- Stakeholders activos, que participen en la co-creación de valor compartido.
- Cultura organizacional viva, que sostiene los valores en las prácticas cotidianas.
Empresas como Patagonia, Ørsted, Natura, Bimbo, y Schneider Electric demuestran que la sostenibilidad puede ser una fuente de innovación, diferenciación y liderazgo competitivo. Desde lo local, también destacan iniciativas como Banbu, Bosquia, Koopera y Grupo Migasa, que muestran que el impacto positivo no depende del tamaño, sino del propósito.
Estas organizaciones no solo hacen mejor las cosas: hacen cosas nuevas, desde un nuevo paradigma. La sostenibilidad empresarial es, en última instancia, una invitación a reimaginar el rol de la empresa en la sociedad y en el planeta. Es una oportunidad para construir organizaciones más humanas, más resilientes y más relevantes. Las empresas que abracen esta transformación no solo sobrevivirán: serán protagonistas de un futuro más justo, regenerativo y consciente.
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